domingo, 16 de septiembre de 2012

NOTAS






Creía que el “descubrimiento” de artistas, escritores, músicos, pertenecía a aquella época mágica e ingenua de la adolescencia, pero no, he rebatido una idea y he contradicho un mito: todavía es posible descubrir personajes y obra singulares: este verano, Blanqui, el revolucionario que escribe en la cárcel un ensayo sobre el infinito, (o la infinita repetición del mundo); o bien, Raymod Scott, el chispeante y sorpresivo músico de jazz que entre los años cincuenta y sesenta, inventa toda una serie de instrumentos electrónicos….



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Olvida los olvidos, no hagas recuento de ellos. El número de recuentos y de olvidos de recuentos es el mismo. Se suceden unos a otros, indistintamente. Tú siempre estás en el cénit de las comprobaciones, de los divisamientos de mundos, de la posibilidad. El ahora es la rampa sobre la que te mueves, hecha de percepciones incesantes que finalmente son una sola: tu ritmo.



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                           No servimos más que de modelo para nuestro retrato glorioso. 
                                                            Jean Cocteau.


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Misterios de la reminiscencia. Al escuchar la serie de cinco piezas Dance de Philip Glass, me viene enseguida a la cabeza la Torrevieja de finales de los setenta  de una forma  muy vívida, pero envuelta, a la vez, en una densa melancolía y no acabo de saber por qué. Entonces, aunque conocía ya a Glass no escuchaba su música ni significaba nada particular para mí. Lo había escuchado una vez en la entonces incipiente Radio Clásica. El único vínculo posible es el puramente sensitivo: el carácter repetitivo e hipnótico de la música podría equivaler a las embriagueces a las que yo me entregaba, escuchando el mar que tenía enfrente de casa. La horizontalidad del paisaje y la linealidad extática de la música repetitiva también ofrecen ciertas equivalencias… Lo que me sorprende es la intensidad, la justeza absoluta con que esta obra musical hace surgir en mí las sensaciones de aquella época. Quizá porque al gozo adolescente - el que está dolorido, según la etimología - se le suma la melancolía de comfirmar que aquél placer fue típico de entonces y no se repetirá jamás.




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Diferentes tipos de temporalidad según Marramao: nootemporalidad, el registro de tiempo que pertenece a la conciencia y que establece una continuidad lógica y diferenciada entre pasado, presente y futuro, fronteras dilatables según la atención del individuo y sus expectativas. Biotemporalidad, la de los seres vivos. Es la temporalidad según la especie. Eotemporalidad, la de los físicos, la del mundo astronómico y las grandes proporciones materiales y cósmicas. Prototemporalidad, la dimensión temporal del universo subatómico, en el que no hay distinción entre pasado, presente o futuro, salvo a través del registro estadístico. Atemporalidad, o tiempo cero, el de la velocidad de la luz y las radiaciones electromagnéticas.
La empresa de definir un Supertiempo y un Superespacio se diluye, estalla o dispersa entre todas estas dimensiones o tipos de registro de tiempo. Pero si el modelo de la eternidad es el tiempo, y, tal y como decía el humanismo renacentista, “el hombre es la medida de todas las cosas”, estos tipos de temporalidad no pasan de ser sino descripciones de tiempo que sabremos manejar en el espectro teórico. Lo importante para nosotros es comprender, analizar el tiempo vivido, o mejor aún, vivir el tiempo ya que en ello van implícitas la actividad intelectual y la vivencia del espíritu.



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Interesante el video mínimo de Azorín que figura en Youtube, y en el que manifiesta su escepticismo ante las opciones políticas de ambos signos: tanto de izquierda como de derecha. Tiene razón Sarrión. Azorín desconcierta: es a veces lamentable, sobre todo cuando habla de sí mismo en tercera persona en textos de género indeterminado, entre la narración y el ensayo, (también suena raro, injustificadamente artificial Barthes cuando hace lo mismo en Roland Barthes por Roland Barthes); pero en otras ocasiones, sorprende y se escabulle, ningún encasillamiento definitivo le hace realmente justicia. Azorín es una inteligencia que resulta efectiva según la dosificación de energía que decida aplicar a según qué objeto: o bien establece lecturas brillantes de la historia, de la literarura, de escritores o filósofos, o bien se adormece en los registros de su propia retórica, señalando algo obvio que sería capaz de pasar por alto o de expresar de modo más incisivo.  



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                                           Un alma, la unidad de la multiplicidad:
                             Roté sobre mí y otro mejor que yo encontré que era yo también.


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Resulta curioso comprobar en qué ambitos inesperados vuelve a surgir el tema benjaminiano del aura, el debate entre el original y la copia. Visitando Exposyfy, que muestra toda una serie de adminículos aparecidos en películas señeras de la ciencia ficción - Blade Runner, La Guerra de las Galaxias, Alien - melancólica decepción al comprobar que la mayoría de los objetos son réplicas y hay apenas tres o cuatro originales de las películas más conocidas. Algunas de las muestras, inertes y sin glamour al verlas fuera del orbe del film que las metamorfosea - máscaras, armas fantásticas, trajes - parecen sacadas de una tienda de disfraces o de un chino.     

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