Guardamar, 08/04/13
Hola, José María.
Durante el trayecto de regreso a Guardamar, en la noche del miércoles, me iba
prometiendo leer tu poemario lo más urgentemente posible, sobre todo en
atención a que no diera lugar el hecho de que me reprobaras, como en otras
ocasiones. Y así lo he hecho.
Lo primero que me
advierte tu lectura es que no debo leer con el corazón, sino con la
inteligencia, pues gran parte de tu poesía es pensamiento. ¿Se puede despertar
la emoción lírica desde el pensamiento?
Nos podemos acercar a la emoción poética con las dos herramientas. En tu caso, he utilizado las dos en distintos
tramos: unos poemas, primera y segunda
parte, son más de inteligencia, y la última parte, Itinerarios, se deja llevar a veces por el corazón en el sentido de
que parece participar más de lo lírico en detrimento de lo reflexivo, que hay
en Explicatio y Tesituras.
Cuando hablo de
corazón, no hay que echarle ascos a la palabra, ni a su significado. Me refiero que, cuando leo poesía, busco
pulsión o punzamiento (hago alusión aquí a lo de “punzar” –punctum- como
término usado por Barthes en el ensayo de la Cámara lúcida, que sabes que estoy leyendo, y que tú seguramente te
acordarás), que me conmueva, que se me escape algo que no pueda detener con el
conocimiento, que, en definitiva me avasalle o cautive.
En tus textos hay
teoría, concepto, debate; y en su última parte el lenguaje se ilumina de otro
entorno, se expone más a la vida. Hay dos estancias en el poemario que tú muy
bien señalas en la presentación. Se
aúnan instrumentación y práctica,
concreción del hecho poético. Tu libro
hay que entenderlo como el maletín de un poeta, donde se advierte de la
mecánica, los utensilios, las reflexiones que conlleva trabajar con la materia
prima de lo poético, junto a exposiciones de uso práctico.
Su lectura me ha
referenciado ámbitos de Sausurre, Heidegger, Gadamer, Barthes. Circula la lingüística, la filosofía, la
Semiótica … Son temas, como dice Antonio Gracia, propios del ensayo. Ahora bien, la pregunta es ¿puede un
contenido introducirse en la malla de un género que no le es propio? Pienso que sí, sobre todo si se hace sin
perder la esencia propia del género que se vulnera (aunque no considero que tú
vulneres el género lírico), es decir, la poesía.
Cuando tú hablas
de la misión del poeta, del poder demiúrgico, de la singularidad de cada poeta
como universo individualista o del elemento salvador de la poesía, estás
argumentando las líneas de tu mecánica (Explicatio); cuando en Tesituras
rememoras el tema del palimpsesto, el mundo Barthiano de que “el mundo es una
ficción impositiva”, o “somos hablados por el lenguaje” (teorías semióticas) …,
estás hablando del Referente palabra, que es la materia prima con la que se
hace poesía. Todo esto lo haces establenciendo un diálogo con el lenguaje, con
las palabras, como dando golpes a los vocablos y sus asociaciones para llegar a
ese sentido primero inocente del
lenguaje, que es el revelador. Y esto es lo que a mí, de estas dos primeras
partes, me parece auténticamente poético, repito, el intento de hacer hablar el
lenguaje fuera de la lógica del lenguaje.
Y eso se consigue con palabras e imaginería fuera de lo convencional,
evidentemente. Sabemos que las palabras
vienen con sus herencias y ropajes preformados;
tú buscas el contraluz de la palabra, que sería aquella que se desprende
de sus óxidos, de sus ejércitos significativos para emerger desnuda y
clarividente. Pero, es dificil hacer
materia poética con aquello que se revela como teórico, pues lo teórico riñe
con lo estrictamente lírico, y sobre todo cuando , creo, que pretendes poetizar
el objeto poético objetivándolo. Tu
deseo es objetivar (teoría) la materia
prima de lo poético, que son las palabras, alcanzando, como meta, esa isla
primigenia de significado considerado como el verdadero significado poético. Es
decir, hacer poético aquello de lo que habla de la poesía. Sin embargo, en este corpus de las dos
primeras partes en que tu poesía se desprende de lo poético, hay algunos poemas
que avanzan en lo que será Itinerarios
y que se impregnan de una mayor emoción lírica:
La vida infancia venerable, Al raso, el enumerativo Memoria, el simbólico La rosa se muta en la rosa y Escala.
En Itinerarios los poemas que más me han
gustado han sido Siesta, el poético y
narrativo “Secuencias de un instante”,
el brevísimo La gula de las raíces,
los encantadores grabados de estética finisecular y Estío.
En resumen. Tu libro me gusta como “maletín” del poeta,
pero sobretodo cuando te acercas más a la vida que a los constructos
teóricos; cuando te alejas del objeto
conceptual se despierta el poema y se “ofrenda”. Me ha emocionado tu empresa, la integridad
que has puesto en todo el libro, pues no te escapas de lo que dices y te
propones, de esa pátina romántica que supone la “misión” del poeta, de los ecos
simbolistas, desfaciendo el entuerto de lo invisible, de la propuesta que supone
cada poeta, cada universo, para la gran Obra, de deshollinador de misterios, de
los ecos surrealistas, y que J.L.Zerón pormenoriza en el prólogo, y en el que me
hubiera gustado que hubiese desarrollado ese amor tuyo que “observa en el
destrabamiento poético del lenguaje una
luminosa eclosión de la experiencia interior”, puesto que ahí es donde tu
poesía alcanza mayor solvencia. Me
parece acertada la idea de que tu libro –señala J.L.Zerón- se sustente por el
surrealismo, pero también lo sustenta la Filosofía, la Semiótica y la
Lingüística. Y me parece una apreciación
auténtica el momento en el que advierte que eres poeta físico, sensorial y
también metafísico, fundamento de tu universo creativo.
Y bien, una
observación quería hacerte, ya terminando.
Es el uso de las locuciones adverbiales o nexos adverbiales o incluso
adverbios, que , en ocasiones, se convierten en montículos u obstáculos
inexpresivos, como inoportunos hombres de gris en aquella novelita de Michael
Hende, Momo. Por ejemplo, en el poema
Fanal, terminas el verso con “de
pronto”. De todo ese poema, sobra la locución adverbial, pues no es nada
lírica, ni por asomo. Rompe el equilibrio del poema… Y otro ejemplo, en La
mano, 1841, hay un verso que dice “como si, paradojicamente”, donde no
tiene nada lírico unir un enlace adverbial de modo con un adverbio; ese verso es un islote sin significación
poética, a mi modo de ver, claro. Y cuidado con los adverbios terminados en
“mente”, que al hacerse próximos en un poema desencadenan un ruido molesto
“continuamente…paradójicamente”.
Bueno, Jose. Me
despido con un fuerte abrazo. Me alegro mucho que hayas publicado, ahora una
nueva etapa tienes entre tus manos.
Hasta pronto, amigo…, y ¡cuidado con los africanos que entienden más de
leyes que de arte!
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