La rotación del tiempo dosificó los rocíos y los
torbellinos, distribuyó los tramos de savia en los tallos y pulió reflejos
sobre las copas.
En las inmediaciones sólo hay aire laminado, infinita transparencia, don de la hora.
En las inmediaciones sólo hay aire laminado, infinita transparencia, don de la hora.
Viendo el reino simple de la luz sobre las contadas
frondas, no hay que imaginar ninguna posesión beata, sino percibir la tersura
acomodando las formas, plegando las umbrías, deslizándose continuamente desde
un punto parado ubicado en todas partes.
Los arroyuelos flotan sobre la sombra ligera del
agua, los guijarros se fracturan blandamente a cada arruga del agua que viene. El
fulgor imperante hace imposible pensar en nada después de la luz, salvo en otra
extensión de estabilidad semejante en latitudes diferentes.
En medio de esta placidez sobrenatural tan natural,
pasa un cuerpo como acosado por sus propios átomos. Lo envuelve una sombra luminosa. Acontece.
Acontece porque rompe suavemente con la densidad sin escritura de los flancos
durables de la landa, acontece porque se mueve independientemente de los
tornasolamientos o revueltas del viento, porque se percibe su autonomía con
respecto al resto del flujo, porque es más que la leyenda de la piedra, que el
solazamiento de las hierbas, que el abandono de las umbrías, o que la
repetición del animal. Es una figura que modifica el entorno, que configura su
propio espasmo, que provoca gratamente la expansión de la diferencia entre la
pululación uniformante de los carrizos, que articula espacio en torno de sí.
Este cuerpo que pasa, suscita el aprendizaje del
horizonte, el que germina tácitamente sobreponiéndose a la raya que los
crepúsculos incendian. A este ser que ha aparecido podríamos suponerlo como
representante de sí mismo o como modificación de lo que meramente se da y hay
que aceptar en el orden pululante y cruel de la naturaleza.
Un torbellino de diamante emerge de su cabeza. Es
una palabra. Y en ella está comprendido todo este paisaje que sólo hablaba a
través de susurros, palpaciones, grietas, deslizamientos, texturas y
vibraciones erosionadoras.
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