jueves, 5 de junio de 2014

MUNDO AFORÍSTICO



Tres libros sobre la mesa y tres autores bien distintos  Ángel Gabilondo, Rafael Barrett y Karmelo Iribarren -   lanzando sus agudos dardos desde la misma lengua.



 
 

El más singular de los tres aforistas es Rafael Barrett, autor que los lectores y el mundo editorial español  acaban de descubrir, como quien dice, pero que murió, ni más ni menos, que en 1910. Barrett, es uno de esos ejemplos de intelectuales que obligan a plantearnos – de nuevo – quiénes son los protagonistas de nuestra historia cultural reciente y que confirman que la requisitoria de personajes brillantes,  marginados por las circunstancias, no ha cerrado todavía  sus sorpresivas listas.
El pensamiento de Barrett es agudo, atrevido, políticamente comprometido, valiente como la vida que llevó, y atravesado de eléctricos ramalazos de un anarquismo soberano. En Barrett el saber no es meramente ilustración sino que supone un grado de asunción moral. Vinculado a la aristocracia, la metamorfosis interior que se produce en Barrett se cifra en su interés por las desigualdades sociales y en su crítica abierta a la violencia que ejerce el estado. La figura, la historia y la obra de Barrett sorprenden y es un feliz término que se vaya recuperando su obra.

Un poeta ha de ocultar sus miserias civiles

Napoleón amaba la guerra sin odiar a nadie

Lo violento es estéril





 

En su diario aforístico, Karmelo Iribarren sabe muy bien explotar la imagen de sí mismo como errante personaje urbano, visitador melancólico de parques y bares, amante de los viajes en tren y de los encendidos atardeceres playeros.
Sus aforismos  acordonan un campo semántico muy concreto, en el que convive la observación estética y la crítica social.
Una atmósfera existencialista se desprende de sus anotaciones ( esa K del título sugiere la clave kafkiana en la lectura de los días). Son los aforismos de un poeta que hace balance del tiempo que pasa y sus armas contra ello son la agudeza y el humor. Aunque el aforismo puede cultivarse como un género literario más, aquí funciona también  como la acida confesión de un hombre maduro.

 En las memorias de los escritores las ausencias suelen ser venganzas.

Los muy feos tienen algo de héroes

Entre lo posible y lo probable a veces está lo mejor de la vida

 



 

Ángel Gabilondo, que fue uno de nuestros ministros de cultura más imperceptibles,  es el autor de los aforismos recogidos bajo el nombre de Por si acaso. Máximas y mínimas. Sus aforismos son auténticas mínimas, como explicita el subtítulo de la selección, a lo sumo son dos líneas o línea y media. Este tamaño le basta a Gabilondo para sorprendernos constantemente con reveladoras apreciaciones de esos nudos invisibles que se forman en las relaciones humanas y  en nuestra común cotidianidad. Como suele ocurrir, en lo más llano se encuentra lo más abrupto, del mismo modo que, por inercia o por común acuerdo,  lo supuestamente evidente es lo que más trabajo nos cuesta detectar o denunciar.

A veces nos asusta coincidir

Si nunca reímos juntos, más vale sacar conclusiones

No es frecuente reconocer a quienes se conoce demasiado

Una de sus mínimas máximas justifica el arte del aforismo:

Decir puede ser una forma irremplazable de pensar        

     

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