En grandes paneles se proyecta la ruta de las
galaxias, y debajo, en pantallas menores, fulguran tiras ardidas de alfabetos
mezclados en un flujo estallante. Se inician las nupcias de la arqueología del
instante y de la espeleología teológica. Las sumas universales reposan solemnes
en las vidrieras de los taxidermistas, rodeadas del ruido de la creación, pero
esas sumas y otras enciclopedias, acaban por integrarse al murmullo general como
proyecciones singulares de saberes tangibles. Ondas de radio, éter exfoliado, demiurgos ebrios
repartiendo bandas de definiciones y espectros. El caos está ordenado, sin
embargo. Incluso el rugido de la bestia está convenientemente codificado.
Todo se integra en una sola órbita y esa órbita es
la del arte, la ciencia y la naturaleza inventando el universo que escupe todas
las definiciones que pretendan descifrarlo sobre panoplias giratorias. Las
definiciones totalizantes nos abruman, pero ya nuestro mundo sólo adopta esta
forma totalizante. Lo pensado se afiebra en distancias moleculares. Mi
pensamiento hace ruido y pronto parirá su libro prescindible y encantador. Ahora
bien, los científicos de Minesotta no paran de hacer descubrimientos sobre la
vida sexual del topo del desierto e incluirán irremediablemente su programa
genético como condicionante en la redacción de nuevos decálogos.
Esta órbita es el fin sin fin, esta órbita de clamor
y gloria difusa es también un principio. La abrumadora cantidad de signos, de
universos, de bibliotecas, iglesias y discursos, confluyen en el ábside de este
falansterio de los compartimentos estancos del conocimiento que navega quieto
sobre el pie de arena rebosando de su propio afianzamiento. El acontecimiento
no dispersa el conocimiento, revela una naturaleza del ser distinta al
estatismo del saber enciclopédico. Pero también el grito está registrado, y los
grados de angustia que nos dicen bajo qué fisuras del afecto se hiere el
costado la bestia humana. El mundo y sus pulsiones secretas son objeto del
conocimiento, de todo hay un discurso dispuesto a mezclarse con otros de otras
disciplinas para dar una versión prismática de ese objeto y describir-crear la
gramática de esas pulsiones. Y ese objeto es una ameba, el sfumatto
renacentista, la perpendicular de la pirámide…
No
se trata de anular paradigmas sino de combinar dinámicamente las adecuaciones cognoscitivas de lo semiotizado
con el horizonte de los retornos vitales
de la cosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario