Las golondrinas
yacen en el aire.
El espacio
que se riza en torno a ellas,
es suma
de vectores,
implosión
mate de redes ciegas.
Allá abajo
las fuentes
desenhebran un último brote,
mientras en las frondaspersisten restos de soles antiguos.
El vértigo
de la hora
es esta
inclinación rosa de átomos,
este balanceo
de tierra templada
sobre la que
sueño un mar remoto de zafiro.
Una incertidumbre
se torna voluptuosa:
si el mundo
es una isla que gira sobre sí misma
ser el
primer, el único hombre
en el confín
de la tarde
1 comentario:
Muy buen poema, José María. Su lectura te lleva a derroteros donde solo la buena poesía consigue.
Saludos.
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