Hace
algunas décadas, creía que una poesía que no renunciase a la secreta
aristocracia del decir hermetizante y que desde tal registro se atreviera a
nombrar el temblor de lo real, tendría que apoyarse en una poética semejante a
la que un Paul Celan había alumbrado - sin olvidar el apretado y esplendente
repertorio que tenía a René Char como padre -. Para confesarse ingenuamente
seguidor de la poesía de Celan bastaría con ceñirse a un limitado registro simbólico
y creer que esa mística práctica acendraría el producto lírico,
desdeñando actualizaciones poéticas menos uniformes.
Evidentemente,
es la historia, sucediéndose, la que
distribuye tonos y destinos, y los seguidores de una poética no ensayan sino variaciones
de la palabra primera que fundó tal poética. Lo irreductible en un poeta es lo
que le hace ser él mismo. En casos extraordinarios, tal propiedad se encarna en
un fulgor doloroso …..
Una
de las cosas que definían la “pureza” de Celan, era su distanciamiento de la
prosa. Imaginábamos al poeta arrebatado por un decir, único en la poesía
europea de las últimas décadas. Celan es sus poemas. Por ello, hasta hace bien
poco, creíamos que, salvo escasas colaboraciones en prensa, sobre todo entrevistas,
únicamente era autor de un breve texto
explicatorio de su poética. Este volumen de la editorial Trota, felizmente, nos
muestra a un Celan menos púdico y más productivo, al Celan teórico y
aforístico.
En
sus notas, Celan se muestra tan esencial como en sus poemas. No hay
especulación prescindible, la más escueta anotación posee importancia alusiva.
Podríamos decir que estos textos son su poética, confirmando esa
correspondencia con sus poemas, y teniéndose en cuenta que más que deseos de
formular una poética integralmente, Celan expone, ocasionalmente, algunos de
sus aspectos centrales. El tono tenso y oracular no son preferencias sino consecuencia de una asunción compleja.
Para Celan la cuestión de la oscuridad en poesía no se reduce a determinaciones
estilísticas, se trata de algo natural, originario, inevitable. El poema viene
preñado ya de una oscuridad que le es innata “ como resultado de una
individuación radical”. Frente a nosotros y frente al mundo, el poema es
universo en formación, mensaje ultimado, fragmento de lenguaje que va a
decirnos qué se emprende en él.
Celan
se rebela contra las reducciones comunes – ideológicas, literarias – que pretenden
comprender la naturaleza del poema. El poema ni es un sistema de signos, ni un
texto computable, ni un conjunto de imágenes. El poema trasciende toda
componenda teórica para introducir “lo otro”.
El
poema es “la voz del hombre, recuperada”. En esa acción del verbo- recuperada – reside la aspiración
profunda, toda la originariedad de la poesía de Celan. El poeta es quien dice
las cosas por primera vez y en esa primera vez están incluidas todas las
aventuras de la palabra.
Leer
desde este lado a Celan no nos devuelve
sino al punto central en donde recibir el enunciado poético en su mayor altura –
la suya, la que le corresponde – para darnos cuenta, de nuevo, con qué
extraordinaria intensidad y belleza despliega la poesía los lindes de sus
territorios y cuánto exige sobre los que decide descender.
Difícilmente
podrá haber una edición tan exhaustiva como la presente sobre la obra en prosa
del poeta Celan, ya que aquí se encuentra la totalidad de lo que
anotó, reseñó, ensayó o escribió en ese formato. El trabajo de los editores, comentadores
y traductor, es considerable. La única pega es que, precisamente,
ese rigor haga que la cantidad de notas aclaratorias interrumpa un tanto la
lectura.
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