Decía
JUNG que es muy difícil ir en contra del espíritu del tiempo, es decir, en
contra de lo que una sociedad ha convenido – costumbres, conceptos, normas,
etcétera - para poder convivir,
relativamente, en paz.
Actualmente, bajo el enunciado de “lo políticamente correcto” se advienen una serie de prescripciones y gestualidades cuyo amaneramiento ha adoptado un carácter decididamente férreo e intolerante. Todos los valores y derechos que el pensamiento de izquierda conquistó y por los que luchó con verdadero esfuerzo a lo largo de los dos últimos siglos, han venido a uniformarse y pervertirse bajo el lema de "lo políticamente correcto".
Lo políticamente correcto, explica, en parte, la escasa movilidad de los no independentistas en Cataluña. Entra dentro de la órbita de lo políticamente correcto considerar que si Cataluña es un país, una sociedad con una historia y una lengua propias, y que “ha sufrido” una marginación política o económica por parte del centralismo madrileño, tiene todos los derechos a reclamar una independencia del estado.
Actualmente, bajo el enunciado de “lo políticamente correcto” se advienen una serie de prescripciones y gestualidades cuyo amaneramiento ha adoptado un carácter decididamente férreo e intolerante. Todos los valores y derechos que el pensamiento de izquierda conquistó y por los que luchó con verdadero esfuerzo a lo largo de los dos últimos siglos, han venido a uniformarse y pervertirse bajo el lema de "lo políticamente correcto".
Lo políticamente correcto, explica, en parte, la escasa movilidad de los no independentistas en Cataluña. Entra dentro de la órbita de lo políticamente correcto considerar que si Cataluña es un país, una sociedad con una historia y una lengua propias, y que “ha sufrido” una marginación política o económica por parte del centralismo madrileño, tiene todos los derechos a reclamar una independencia del estado.
Podemos
discutir el futuro económico y las repercusiones sentimentales de tal independencia,
pero no nos atreveremos a decir que no tengan razón para reivindicarla.
Me
atrevo a incluir las proclamaciones independentistas catalanas dentro del
espectro de lo políticamente correcto, como una de sus consecuencias
degenerativas, al recordar lo ocurrido en otra
parte del hemisferio terrestre: el silencio de Latinoamérica ante la
encarcelación del opositor a Maduro, en Venezuela.
Del
mismo modo que los no independentistas en Cataluña apenas se movilizan
masivamente, el silencio
vergonzoso de Latinoamérica ante el encarcelamiento de Leopoldo López obedece, en buena
medida, a la vergüenza que se sentiría al proclamarse contra los valores
de la revolución bolivariana que, se supone, aunque sean un par de países los
que la encabezan abiertamente, identifica el sentir íntimo de todo
latinoamericano.
Es decir, pedir la liberación de Leopoldo López equivaldría a autoproclamarse antibolivariano, del mismo modo que los no independentistas catalanes si se levantaran decididamente contra los independentistas, podrían ser tachados de fascistas por el nacionalismo más orgásmico.
Lo que quiero apuntar es que, independientemente del conjunto de circunstancias políticas, el hecho de la asunción tácita de unos valores que identifican el tenor general del tiempo en que vivimos actúa como freno, como tabú a la hora de manifestarse verdaderamente con libertad. Lo dicho por Jung.
Es decir, pedir la liberación de Leopoldo López equivaldría a autoproclamarse antibolivariano, del mismo modo que los no independentistas catalanes si se levantaran decididamente contra los independentistas, podrían ser tachados de fascistas por el nacionalismo más orgásmico.
Lo que quiero apuntar es que, independientemente del conjunto de circunstancias políticas, el hecho de la asunción tácita de unos valores que identifican el tenor general del tiempo en que vivimos actúa como freno, como tabú a la hora de manifestarse verdaderamente con libertad. Lo dicho por Jung.
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