No
he terminado de leer el libro de Chantail , voy por la página 156, pero experimento
tal ansiedad si me atraso un días más, que emito, aunque sólo sea, una nota
breve a modo de apremiante reseña, en vez de un comentario definitivo.
Mujer de pie es el libro que mejor me ha entrado de todos los que he leído hasta el momento de la autora.
La mesurada plenitud interior, el tranquilo y sabio cálculo de
los límites escriturales, diluyen la circunspección cerrada, y crean un texto
fluyente y esponjoso, que dosifica muy bien las pequeñas pero incisivas
revelaciones que lo siembran casi indiferentemente.
A través
de un leve hilo narrativo confluyen varias escrituras, la filosófica, la
poética, incluso la diarística. Esta hibridación de escrituras hace al texto
leve y denso, a un tiempo, sugestivo, flotante y continuo en su fragmentariedad
aparente y es una de las capacidades notables del obrar de Chantail: hacer de
tal variedad de escrituras una sola, homogénea y convergente.
Todo nuevo libro funciona
como una suerte de actualización de la vida e intimidad psíquica de quien lo
escribe. Leyendo La Mujer de Pie estás leyendo al mismo tiempo, una confesión,
una impresión poética, una reflexión, la nota de un diario, los prolegómenos de
un ensayo o de un artículo. Como en otras obras suyas, Chantail reflexiona
sobre el yo, sobre el estatus filosófico y vital de Occidente, sobre el dolor y
la muerte, sobre sí misma.
La indeterminación genérica de la obra - algo ya tan
común - no creo que obedezca a ninguna
calculada razón de fascinación o confusión: se vincula tanto al estado
evolutivo de la autora, como se hace eco de una reflexión actual: ahora que
hemos llegado hasta aquí, que hemos rebasado todos los límites, que lo hemos
pensado e imaginado todo, qué hacemos, cómo continuamos.
Lo que sí agradezco a
Chantail, a esta obra, es el haber recuperado el tono poético, que es
posible cursar el interrogante grave desde el ámbito de la palabra poética, de
nuevo.
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