jueves, 14 de abril de 2016

EL ARTISTA EN SU TALLER



El artista sueña despierto porque produce formas ante sí, abre brechas en el espacio descubriendo mundos, acaricia el éter y surge una fronda de formas, laderas, labios, triángulos, lluvias, párpados.
Pillamos aquí, en estas imágenes a algunos artistas, también pensadores, artistas del pensamiento, en el momento y, sobre todo, en el lugar más emocionante desde el que definieron universos para nuestro placer y fascinación.  
 
 
 
 
Brancusi, uno de los escultores más originales, también vivió de un modo original. Llegó a París desde Bucarest a pie. Como un peregrino que recorriera itinerarios mistéricos, Brancusi parece el mago oriental de una secta desconocida, envuelto en un aura blanca que parece confiarnos buenos mensajes acerca de su persona. Según contaba el director de teatro oriolano Trino Trives, que lo conoció, se hacía sus propios yogures. 
 
 
 
 
 
Ramón Gómez de La Serna, en su estudio. Libros infinitos, fotografías, grabados, dibujos, campanas, timbres, estatuillas, lámparas, y maniquís, poblaban las estancias de su estudio, reflejo de su pululante literatura.
 
 
 
 
 
El caos no es meramente la inversión del orden, sino un orden formal propio. Estudio de Francis Bacon.
 
 
 
 
 
Convertido en efigie de sí mismo, Franz Liszt al piano. Los perfiles afilados de Liszt y Paganini  arrebataron al público de su tiempo. El piano de Lizst es umbrío, trascendental y poético, transrromántico e hiperromántico, presurreal, no terreno.
 
 
 
 
 
Giorgio de Chirico. De pintor de escenas metafísicas a pintor de naturalezas muertas. Quizá, en el fondo, no haya tanta diferencia.
 
 
 
 
 
 
 
Ortega y Gasset concibiendo una buena serie de pensamientos, rodeado de pensamientos escritos.
 
 
 
 
 
La obra maestra por excelencia de todo lo que podamos conocer sobre el artista y su taller y mucho más, relatado por el propio artista. Las Meninas, de Velázquez.
 
 
 
 
 
Marc Chagall, amable, compartiendo el misterio y la intimidad de su taller.
 
 
 
 
 
Un par de escenas de Dalí en su taller. El delirio imaginando, definiendo, asociando, es decir, trabajando. La inteligencia daliniana consiste en domeñar plásticamente lo delirante.
 
 
 
 
 
 
El escultor Rodin emergiendo de mármoles previos y remedos de ruinas. La creación se va haciendo paso.
 
 
 
 
 
Picasso, dueño y señor.
 
 
 
 
 
 
Mallarmé esperando ser raptado por la prismática idea de la nada absoluta. Notificará su viaje instantáneo en el albo papel que sostiene en la mano. Los muebles y los cortinajes no podrán ceñirse de otro simbolismo que el fatal y voluptuosamente invocado.
 
 
 
 
 
Toulouse Lautrec en plena faena. Llama la atención que entre el taller y la naturaleza, - el jardín -, se establezca tan tranquila continuidad. Son una misma cosa.
 
 
 
 
 
La baronesa dadaísta Elsa Von Freytag- Loringhoven en éxtasis performativo. A veces, como le ocurre a la baronesa, más que convertirme, formalmente, en artista, soy yo la propia creación, soy creado por el furor artístico.
 
 
 
 
 
 Schopenhauer en actitud meditativa, pero parece que se esfuerza más en mantener la postura para que ese nuevo engendro técnico llamado fotografía, produzca con nitidez su imagen.
 
 
 
 
 
Otro filósofo, Michel Foucault, revisando papeles propios, rodeado de la galaxia de los textos, eje de esa arborescencia de obras y sistemas. El oxígeno de la mente del pensador son palabras que son conceptos que son pensamientos que son ideas que son revelaciones que son lenguaje trascendido.
 
 
 
 
 
Joan Miró ejecutando los ideogramas vivos del lenguaje que los dioses del azul Mediterráneo le revelaron una buena noche de abandono y poesía espontánea.
 
 
 
 
 
Un joven e inspirado Debussy dejando pasmados a su pequeño público.
 
 
 
 
La semejanza orgásmica entre el éxtasis místico, el placer estético y el culmen amoroso de la unión sexual nos la ilustra esta anónima y apasionada intérprete de violonchelo, sin importarle que el taller o estudio de su ejecutoria sea un edificio en ruinas. 
 
 
 

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