martes, 12 de abril de 2016

LUSTROSA MUGRE


 
 
 
 

Este sábado pasado entré en la tienda de segunda mano, Tras Troc, que se encuentra en el barrio del Carmen, en Murcia, muy cerca de la estación. Pasaba por fuera y  piqué el anzuelo, podríamos decir, ya que en la puerta, casi en la calle, habían colocado un tenderete con un montón de libros a un euro y a 50 céntimos. No encontré nada que valiera la pena, y entré dentro a ver si había más libros. Como ocurre con todas las tiendas de segunda mano en las que se vende y se halla todo tipo de artículo, se respiraba esa atmósfera como enrarecida en la que se hallan sumidos los objetos, una especie de herrumbre aparentemente no tóxica pero sí grasienta y densa. Mi intención era buscar libros, pero sentí cierta vergüenza al entrar porque me parece que en una tienda como esta el tipo de objeto que se vende menos y que menos interesa tanto vender como comprar son los libros, precisamente. Entre montones de útiles electrónicos, móviles, cámaras fotográficas, cargadores, discos DVDS, arquetas, sillas, sillones y pequeños objetos decorativos, encontré montones de viejos libros más o menos ordenados en estanterías de mediano tamaño que interesaba vender antes que el indistinto contenido que soportaban.

Hurgué y requetehurgué en ese “indistinto contenido”, convencido de que se cumpliría la ley alquímica de hallar en lo aparentemente mísero, la joya escondida, como dice Lezama Lima : de la pobreza surgirá la riqueza; o bien, seguro de que las coordenadas espacio temporales se tensarían de la más óptima manera según reza el azar objetivo definido por Breton, para que yo diese con el libro que me estaba esperando. Efectivamente. Con las manos pesadas del polvo que llevaba encima, con los dedos ligeramente ennegrecidos por la mugre que se adhiere a los lomos y filos de los libros con la idea de momificar estos recónditos, casi secretos recintos del conocimiento, desenterré varios volúmenes que sí valían la pena ser rescatados de aquel osario de papel: Exposición personal de Papini; Lo que yo creo, de Louis Pauwels; El hombre en desazón, de Gonzalo Fernández de La Mora; El visitante y otras historias, de Dylan Thomas; y Nueva Antología Personal de Jorge Luis Borges.

 
 
 
La muy setentera y circunstancial portada del libro de Pauwels
 

No sé si Louis Pauwels es un buen escritor, rescatable o interesante,  digno de tener en cuenta, pero su Lo que yo creo, tiene páginas de nervio literario y trazos autobiográficos que por la sinceridad y el modo claro e incisivo con que  están escritos y por tratarse de tan valiosa materia, han llamado mi atención. Audaz, dinámico, adicto al tabaco con pipa, periodista y escritor profesional, Pauwels alcanzó fama universal con su mítico libro El retorno de los brujos. Inquieto y viajero, Pauwels se convirtió en un “escritor de moda” al centrar parte de su atención literaria en lo misterioso y lo desconocido. En Lo que yo creo, ensaya una confesión personal acerca de sus inquietudes últimas y religiosas, o bien, intenta enfocar el tema trascendental del alma a través de vías laicas.


El mismo libro sin la sobrecubierta
 
 

Algunos de los pasajes del libro tiene una sorprendente actualidad.
El libro está escrito en 1973. La edición que encontré en Trac Troc es de 1975.

Escribe Pauwels: Un peón de albañil argelino ha asesinado a un conductor de autobús en Marsella, y antirracistas de izquierda y xenófobos de derecha se agitan en la calle. Estas noticias de la actualidad me son repetidas y comentadas diez veces al día en la radio, la televisión y los periódicos. Se les da gran relieve. Implican grandes cosas. Y a mí se me obliga a hacer de equilibrista en el circo de las últimas veinticuatro horas. Toda mi condición humana está en el alambre de la actualidad. Balancín a la derecha, balancín a la izquierda. Mañana el mismo ejercicio.  







El libro de Dylan Thomas me obligará a leer por fin a un autor que sé que me va a gustar, aunque todavía no lo haya leído como se merece. Cómo llegar a ser poeta es un divertido texto de este volumen en donde se critican los modelos de poetas del mundo universitario inglés y se burla de la utilización y del alarde social de la producción poética emergida de tales circuitos de la elite.

 




Siempre es una delicia volver a Borges - ¿es que lo hemos abandonado? – y su Nueva Antología personal de 1980 es otra ocasión para hacerlo.

 




El texto del libro de Fernández de la Mora es abundoso y serioso. Pero la buena edición y el limpio estado del libro, fueron determinantes para que lo me llevara a casa por el precio de 2 euros. Escribe el intelectual y político: Entre el hombre real actual y el ideal futuro habría la aproximación asintótica que se da entre los números infinitos y los infinitos matemáticos.

 





Exposición personal del huraño Papini, es una suerte de diario o de colección temática de aforismos. Reflexiones sobre Platón, los libros, la música, la fisiología, la Biblia, la muerte o la política atraviesan las breves pero despiertas páginas de este breviario íntimo.

Mi madre me dice que sueña repetidas veces con mucha agua.  Escribe Papini:

Dios y el agua.

Aquel Dios que salvó a Noé – el segundo Adán – de los abismos del diluvio; que salvó a Moisés, portador de la Ley, del Nilo; que salvó a César, el fundador del imperio, de la tempestad adriática; que salvó a Pedro, Primer Pontífice romano, de las olas del lago Tiberíades; que salvó a Pablo, el Apóstol de las gentes, del naufragio mediterráneo; que salvó a Colón, el Portador de Cristo, de los tifones atlánticos, es el mismo Dios que ha instituido como primer sacramento del hombre el Bautismo, es decir, la inmersión en el agua. Nadie podrá salvarse sin haber sido salvado antes por las aguas.  

Obviando las rústicas significaciones de los exámenes freudianos, le digo a mi madre que soñar con mucha agua significa encontrarse con la otra vida, que tiene, probablemente, una significación trascendente. Mi madre tuerce el gesto: no le hace ninguna gracia tal significación.

No hay comentarios:

DIARIO FILIFORME

  Le tengo pánico a las fiestas que se avecinan. La nochevieja de hace un par de años fue indescriptiblemente aniquilante. Mi alma supu...