Encontrarme
por un azar, en la red con unos cuantos fotogramas de Trino Trives ha sido como
una revelación, un fogonazo de lo que hasta ese momento sólo era vida
sospechada, leyenda, suposición, virtualidad, cosa ya acontecida o referencia remota. Sabía que Trino había
sido director de teatro y traductor. Su faceta de actor no la conocí sino hasta
hace muy poco: ante la ausencia de otro tipo de información, ha sido, tras un
rastreamiento minucioso en la red, como
he podido dar con su nombre en el elenco de actores que trabajó con regularidad
a las órdenes de Jesús Franco. En alguna de estas páginas web se puede visionar
alguna de estas películas, eso sí, tras haberse apuntado, dado todo tipo de
información, datos personales, numero del D.N.I y horarios de visita al cuarto de
baño, persuadiendo de este modo que la gente no lo
haga, como me ha ocurrido a mí. Por lo tanto dejaremos para una próxima ocasión ver a Trino en plena acción.
Reconozco
que me te tientan la morbideces de la melancolía y estas imágenes de Trino, tras
darme una agradable sorpresa y tras interpretarlas como un mensaje del tiempo –
Trino no murió sino que está ahí, en ese trance del interpretar – también me
han sumido en una morbosa ensoñación de carácter retrospectivo: las veces que
me lo encontraba por la calle , lo que me contaba sobre las personas relevantes
que había conocido, su posibilidad frustrada de ser director del Teatro
Nacional en Madrid, sus anécdotas con Ionesco en casa de Ionesco, su trabajo en
Sudamérica, sus tempranas lecturas de Artaud, sus colaboraciones con la revista
Empireuma….
Con
Trino, sobre todo en los últimos y fortuitos encuentros, sentía lo mismo: su “curiosa
capacidad de movimiento espacial”. Residía en Orihuela, pero ignoraba la vida
provinciana, no era de aquí, considerarlo un oriolano más por verlo transitar
por la rúa era un error. Aquel caballero de aspecto distinguido y claro que hacía
cola en Mercadona era el introductor en el mundo de habla hispana de la obra de
Samuel Beckett. Aquel paseante anónimo que tomaba un tren de cercanías para ir
a Murcia a ver películas de estreno cuando en Orihuela habían desaparecido los
cines, había dirigido a alguna de las actrices más importantes del escenario
español.
No
hay contraste alguno entre el Trino que se paraba a hablar conmigo en algún
punto de la glorieta sobre cómo Azaña hizo una visita secreta a Orihuela
buscando la consulta de un prestigioso oftalmólogo, o de la vulnerabilidad de
la cultura ante el poder político, y el Trino que veo facialmente transmutado
en estas imágenes. Yo lo traté con gran placer y naturalidad en la prosa de los
días corrientes; el Trino de las imágenes fílmicas es, simplemente, el Trino consecuente con su arte, un Trino
trascendido, digamos, con respecto al Trino común y visible, y cuyo recuerdo, desde
luego, me produce admiración, una admiración que en las póstumas evocaciones
del amigo me satisface ratificar.
Luego
hay que contar con esas casualidades que parecen sincronizar términos de
realidad: casado con la prima de Juan Benet, escritor que se casaría con Blanca
Andreu, la fulgurante poetisa y chagalliana niña de provincias oriolana; agradecimientos a un
tío abuelo mío por ser la única persona desde Orihuela que le escribía dándole ánimos
cuando en los años cincuenta emprendió el camino artístico a París, recuerdos juveniles de mi madre cuando alguna vez salieron en pandilla…
Nunca
vi a Trino en acción, la gestualidad, la tensión que muestran los fotogramas
jamás los vi en él. Quiero decir que las apariencias pueden a veces ocultarnos
las excelencias de la persona que vemos con cierta regularidad, que lo insólito
y la belleza son posibles si sorteamos esa barrera frágil pero obstinada de la
cotidianidad.
Nunca
dialogué con el malvado personaje de una trama policial ni traté con el
sacerdote de una extraña religión de otros tiempos, pero me siento orgulloso,
secretamente gratificado de haber conocido y hablado con placer con la persona
que interpretó tales personajes, alguien
que perteneció al metamórfico mundo de la ficción fílmica y la verdad
representada del teatro.
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