Podemos
admirar lo que hacen los demás, envidiar sanamente la capacidad de alguien para
pintar un cuadro, componer música o hacer copias del Guernika con recortes de
periódico, pero cuando surte la sorpresa es cuando alguien demuestra realizar
algo, que, por regla general, apenas realiza o no lo hace casi nunca, y encima
brillantemente, es decir, rechazando toda afortunada operación del azar. La sorpresa
se tiñe de melancolía si sospechamos que
tal capacidad exhibida es una capacidad largamente poseída por la persona pero que
siempre ha permanecido casi oculta y que, desde el punto de vista más práctico e
incluso, profesional, se podría haber aprovechado.
Algo
de todo esto he pensado mientras observaba los dibujos de un veterano amigo,
recuperados por él mismo para la visión pública, a través de Facebook.
Yo
ya conocía estos dibujos, hechos con el irremplazable y exquisito rotring, lo
cual implica y quiere decir que los dibujos serán minuciosos y virtuosísticos y
que requieren maña, trabajo e imaginación. Después de tanto tiempo sin ver
estos dibujos, ha sido eso, los efectos del tiempo en la memoria, lo que ha
provocado la fascinación: creía que todos los dibujos los había hecho mi amigo
a finales de los ochenta, años 87, 89, pero cuando he visto que algunos datan
de 1984,tal fecha se me ha antojado remota;
por otro lado, y es la sensación que más quisiera resaltar, al contemplar las
imágenes, de pronto me han parecido excelentes y he sentido algo así como una
revelación, como si algo me dijera en silencio, que todos hemos venido al mundo
llenos de facultades y virtudes y que somos nosotros sólo, quienes libremente las
ejecutaremos. O no… y aquí, volvemos a lo del principio. Basta decir que mi
amigo Fernando, que yo sepa, no se dedica a la ilustración y no estudió Bellas
Artes.
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