El
poeta Roberto Alifano, que colaboró con Borges y fue su asiduo acompañante en
los últimos años de vida del escritor argentino, es el que recoge este
anecdotario que publica hoy Renacimiento. De Borges lo sabemos y lo disfrutamos
todo: desde cualquier texto mínimo recientemente descubierto o conferencia inédita
que acabe de publicarse, hasta sus tics, filias y fobias. Este libro de Alifano
se centra en las reacciones chistosas y agudas de Borges a los pegajosos
elogios que recibía tanto en casa, como por la calle o en la misma televisión,
en ocurrentes variaciones que imaginaba sobre letras famosas de tangos, juicios
irónicos sobre las obras de otros, o bien en meras anécdotas referidas a su
condición sacralizante pero a veces engorrosa de ser ciego.
El
libro se lee rápido, es ameno , pero la mayoría de las anécdotas o decires
borgianos más notables se conocían ya. Material verdaderamente inédito no hay
mucho. Alifano recoge el pensamiento de Borges sobre García Lorca, en donde se
incluye la famosa definición del poeta granadino que tanto escandalizó en su momento.
Lo de “andaluz profesional” es una definición seca, displicente pero indiscutiblemente
precisa. Ahora bien, una de las acepciones posibles de esta definición resulta
errónea si lo que sugiere es que Lorca se dedicaba a simular ser andaluz . Simplemente, Lorca era así. A Borges le pareció afeminado y
excesivo, por lo que se ve y afirma.
Las
bromas de Borges sobre Sabato, en lo referente a su compromiso social, suenan
hoy un tanto desangeladas y no muy ilustres. El compromiso de Borges con la
realidad era literario. Borges era sólo un escritor. La posición de Sabato en lo referente a las
guerra de las Malvinas y la desoladora cuestión de los desaparecidos se nimba
de una honorable reacción moral. A Borges sólo le justifica
su propia libertad.
A Alifano
se le ha pasado anotar otra broma borgiana. El otro día leía un poema de Borges
en donde nuestro admirado maestro escribía hermosas
guerras. Una licencia poética como una catedral, porque ¿a quién se le
ocurriría escribir hoy semejante frivolidad, por no decir, ostensible tontería?
Excusemos a Borges porque a veces no parecía enterarse de la realidad, de lo
que ocurría en la realidad, porque de otro modo, este verso sería digno de
aparecer, junto a aquella memorable definición de la junta militar argentina como
reunión de caballeros, en una nueva
antología de humor borgiano, aunque esta vez, de humor negro.
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