miércoles, 31 de agosto de 2016

EL HUMOR DE BORGES. Roberto Alifano




 
 

El poeta Roberto Alifano, que colaboró con Borges y fue su asiduo acompañante en los últimos años de vida del escritor argentino, es el que recoge este anecdotario que publica hoy Renacimiento. De Borges lo sabemos y lo disfrutamos todo: desde cualquier texto mínimo recientemente descubierto o conferencia inédita que acabe de publicarse, hasta sus tics, filias y fobias. Este libro de Alifano se centra en las reacciones chistosas y agudas de Borges a los pegajosos elogios que recibía tanto en casa, como por la calle o en la misma televisión, en ocurrentes variaciones que imaginaba sobre letras famosas de tangos, juicios irónicos sobre las obras de otros, o bien en meras anécdotas referidas a su condición sacralizante pero a veces engorrosa de ser ciego.

El libro se lee rápido, es ameno , pero la mayoría de las anécdotas o decires borgianos más notables se conocían ya. Material verdaderamente inédito no hay mucho. Alifano recoge el pensamiento de Borges sobre García Lorca, en donde se incluye la famosa definición del poeta granadino que tanto escandalizó en su momento. Lo de “andaluz profesional” es una definición seca, displicente pero indiscutiblemente precisa. Ahora bien, una de las acepciones posibles de esta definición resulta errónea si lo que sugiere es que Lorca se dedicaba a simular ser andaluz . Simplemente, Lorca era así. A Borges le pareció afeminado y excesivo, por lo que se ve y afirma.   

Las bromas de Borges sobre Sabato, en lo referente a su compromiso social, suenan hoy un tanto desangeladas y no muy ilustres. El compromiso de Borges con la realidad era literario. Borges era sólo un escritor.  La posición de Sabato en lo referente a las guerra de las Malvinas y la desoladora cuestión de los desaparecidos se nimba de una honorable reacción moral. A Borges sólo le justifica su propia libertad.  

A Alifano se le ha pasado anotar otra broma borgiana. El otro día leía un poema de Borges en donde nuestro admirado maestro escribía hermosas guerras. Una licencia poética como una catedral, porque ¿a quién se le ocurriría escribir hoy semejante frivolidad, por no decir, ostensible tontería? Excusemos a Borges porque a veces no parecía enterarse de la realidad, de lo que ocurría en la realidad, porque de otro modo, este verso sería digno de aparecer, junto a aquella memorable definición de la junta militar argentina como reunión de caballeros, en una nueva antología de humor borgiano, aunque esta vez, de humor negro.       

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