Sensibilidad
e inteligencia forman una compleja conjunción que, en el caso de los poetas,
los hace proclives a la desesperación. Quizá
ese intimo trance determinó que Ferrater decidiera irse de este cruel valle de
lágrimas por voluntad propia si tal circunstancia no la diferenciamos del exquisito
cálculo vital. De todo modos, algo de este
estado interior de ignición contribuyó para que ante obras literarias que
pretendían serlo, la impaciencia o el escrutinio fulmíneo del Gabriel Ferrater
lector, obrase con contundencia.
El
poeta catalán trabajó con editoriales españolas y alemanas y este libro recoge
el grueso de sus informaciones sobre los libros que aspiraban a ser aceptados,
traducidos y entrar en ambos mercados.
Como
indica el prologuista, Javier Aparicio Maydeu, no sabemos lo que le hubiera
parecido a Ferrater ver sus notas
informativa convertidas en libro, pero como antología de juicio literario rápido
y de calidad extra, no tienen desperdicio.
El desparpajo, el humor, el examen incisivo
y tajante caracterizan estas notas de Ferrater, en las que la profesionalidad y
el conocimiento exquisito del funcionamiento de la obra literaria convergen
en un brillante documento. Ferrater tiene que pensar en la recepción de obras
literarias en públicos de países distintos a los del escritor, imaginar cómo
pasarán por el tribunal inquisitorial no santo de la censura y valorar
adecuadamente tales obras literarias en tanto tales para no perder de vista a
sus autores según lo que ocurra.
Por
el agudo visor de Ferrater pasan obras de Nabokov, Carmen Martín Gaite, Raymond
Rosuell, Maurice Sasch, Luis Martín Santos, Pierre Mabille, Malcom Lowry, Jack Kerouack,
Jhon Dos Passos, o Cardoso Pires.
Un
par de cosas resultan curiosas para la lectura actual: la moda literaria de
principios de los sesenta – la presencia del psicoanálisis como pretexto y
condimento literario junto con la utilización, por entonces, llamativa, de la pornografía -; y, por otro
lado, la pregunta de qué habrá sido de todos aquellos autores desconocidos que
no pasaron el listón de ser traducidos y publicados, qué suerte habrán tenido
en los mundos literarios.
Ha
habido sólo un caso en el que me ha asaltado la duda de sobre si Ferrater acertó
del todo en su pronóstico. Elogia la obra de Alejo Carpentier, pero duda de que
funcione igual de bien entre el público alemán que en ámbitos hispánicos. Por ello no se atreve a
aconsejar su traducción. Hoy creo que sucedería casi lo contrario: un autor alemán que
resultase excelente acabaría siendo traducido al español si se lograran valorar
objetivamente sus méritos literarios. Quizá antes pesaban más las reservas que
ahora en que los europeos intentan percibirse como hermanos culturales de una
multinación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario