Si Tápies se hubiera pasado por esta pequeña calle oriolana que conecta la calle San Juan, donde nació Miguel Hernández, con el paseo Calvo Sotelo, le habría gustado constatar todas estas texturas, auténticas escrituras del tiempo, que se esconden en apenas diez metros de hormigón desollado y fachadas de casas señoriales.
martes, 15 de agosto de 2017
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
ESTAMOS ARREGLAOS SI EL GRAN HERMANO NOS VIGILA
Debería haber grabado un video para dar cuenta del acontecer del sonido en esta instalación. Las fotos son un testigo remoto de la emotivida...
-
IDENTIDADES NÓMADAS: LOS DIARIOS DE ISABELLE EBERHARDT Borges nos hablaba en uno de sus cuentos de aquella inglesa que, capturada por unos ...
-
A cada autor, escritor o filósofo lo solemos asociar no tan sólo con un determinado registro lingüístico, sino con una imagen. S...
-
Es loable que siempre que ha podido, Jordi Doce haya orientado las preguntas a sus entrevistados hacia la poesía. En algunos caso...
No hay comentarios:
Publicar un comentario