Vivimos una época políticamente
pornográfica, dijo Baudrillard. Pero es que creo que también, informativamente,
somos una sociedad pornográfica. Para confirmarlo no tenemos más que echar un
vistazo a la cantidad de programas en los que los tertulianos, desde que
ocurrió el atentado el jueves pasado, nos están bombardeando con una cantidad
grotesca sobre las incidencias y no incidencias del suceso, sobre si bolardos
sí o bolardos no, sobre la nacionalidad de la víctimas, sobre el comportamiento
de los políticos, sobre si la furgoneta hizo esto o hizo aquello. Sobre mil
cosas menos sobre los estereotipos y figuras que funcionan en el imaginario
árabe sobre Europa y los cristianos y que los inmundos ideólogos están utilizando
para lavar el cerebro de sus cachorros, los que van a cometer el atentado en suelo
europeo. El acoso, la inflación informativa sobre todo impide el silencio, la
consideración de lo ocurrido de otro modo o, incluso, de ningún otro, la
abstención respetuosa: ya sabemos lo suficiente sobe lo que ha ocurrido, no
queremos saber más detalles ni digerir más descripciones.
Cuando no hay carnaza, la
jauría no arma jaleo. Se fulminó a Bin Laden. No se proyectó imagen alguna
sobre tal cosa y se acabó con un mito terrorista sin que sus seguidores
abrieran apenas la boca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario