Podemos llama al terrorismo
islámico, utilizando un generoso eufemismo de despiste, “terrorismo
internacional” y se obstina en no firmar el pacto antiterrorista, fiel a su
pureza ideológica. La curiosa tibieza de las agrupaciones de izquierda ante el
terrorismo y de un modo especial, ante el yijadista, a la hora de definir
posturas e implicarse, tiene una razón
técnica sencilla.
La izquierda se opone con
beligerancia a la mayoría de las instituciones – policía, ejército, iglesia,
estado, inclusive – al juzgarlas de índole autoritario. Su simpatía se dirige
hacia las clases desfavorecidas, hacia el mundo obrero y hacia todo el abanico
imaginable de las agrupaciones marginales: ocupas, antisistema, anarcoides,
etcétera-.
Está claro que si hay que
imaginar una ubicación político social del terrorismo, aunque este, por su
naturaleza, no lo merezca en absoluto, andará próxima a las fronteras desde las
que la izquierda ejerce no ya su oposición sino su ademán destructivo de todo lo
que propone el contrario, es decir, el gobierno en el poder. Este paralelismo
posicional del terrorismo coge por sorpresa a la izquierda, que, de pronto,
aunque no reconozca a los terroristas como los suyos, sí olfatea la remota semejanza
ideológica. Y si encima este terrorismo se pinta con elementos étnico-religiosos islámicos, la sorpresa redobla su efecto paralizante, porque para la izquierda la violencia es sólo
fascista y ése es su problema y su limitación dialéctica.
La izquierda no
tiene figura definida del terrorista como elemento enemigo de su motivación
política, y mucho menos del terrorista islámico. La acción terrorista y la rebelión de izquierdas crean, súbitamente, una suerte de tautología por su similitud estructural.
La violencia de derechas, la del estado, es el
fascismo y el terrorismo no efectúa sus estrategias sino desde el mismo punto
manante desde el que técnicamente parte la izquierda. No es que la izquierda
política y el terrorismo compartan, sin más, los mismos objetivos sino que coinciden
en la dirección crítica a la que consagran su energía. De ahí la incapacidad de
la izquierda para criticar con claridad y contundencia la acción terrorista. El
terrorista pervierte y destruye el propio argumento de la izquierda al
ejecutarlo de modo criminal. La izquierda, “sobrepasada” de esta manera debería
salirse del cauce originario por el que discurre su estrategia política para
diferenciarse del terrorista y es en esta imposibilidad de hacerlo donde queda
trabada su respuesta al hecho terrorista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario