jueves, 7 de diciembre de 2017


 


LÍNEAS DE FLOTAMIENTO

 

Me lo repito para mis adentros. Leyendo a Lezama Lima constato de nuevo la orfandad poética de estos días y de estos tiempos, la inexistencia de un sacerdote del lenguaje. ¿Dónde está la poesía en el debate diario, se ha autoexcluido del interés social o la prohíben, tácitamente, los medios por el condicionamiento ideológico de los mismos?

 

Que la poesía sea un discurso más sobre las cosas nos lo decimos cuando observamos la inflación poética, la fragmentación de la genialidad en escritores locales. En realidad, la poesía no es meramente un discurso más entre otros porque sólo a través de la poesía se pueden decir determinadas cosas. Esta especificidad, para algunos, este lujo, rescata la poesía y produce cierto sentido de la justicia y de la harmonía.  

 
 
 
Leí lo último que ha escrito Bonnefoy. Me ha gustado pero sin sorpresas. De algún modo se corresponde con lo que imaginaba que iba a decir. Más sorpresiva si cabe ha sido la lectura de lo último de Chantal Maillard, que lo ha logrado: renovar el interés por el mundo palpitante de lo subjetivo. El don en la palabra de Bonnefoy mantiene una regularidad, no pierde propiedades y responde a los nuevos tiempos con su mesurada observación. Un dato a tener en cuenta tras la lectura de sus poemas en prosa: la intimidad de cada uno para sacar adelante sus propios mundos imaginarios.   

 

Quién se atreve hoy a hablar en poesía de la resurrección. Lezama lo hizo, aunque sin profundizar en teologías probables sino como una facultad extraordinaria del ser vivo, de la naturaleza.

 
 

La comprensión profunda de la poesía produce una harmonía objetiva y no solo secreta.

 

Si la poesía se vive como hay que vivirla, y escribo mi poema y lo recito a quien desea escucharme, no habría por qué preocuparse de trascendencias o de inmortalidades. El rato que he empleado en explicarles o leerles el poema a los demás justifica esfuerzos y es suficiente en cuanto a difundir el testimonio de una sensibilidad singular. Tu momento de gloria debiera investirse del mayor simbolismo.

 

El verso más ridículo, el único ridículo, escrito por Borges: la hermosa guerra. La verdad, y con todos mis respetos ¿en qué campo de batalla específico se encontraba cuando escribió semejante cosa, en el de su despacho, en el de alguna excavación arqueológica?

 
 

George Steiner acusa a Mallarmé y a Rimbaud de finiquitar, de cargarse la poesía. Después de la ebria aventura de uno y de la numinosa intelectualización del otro, ¿qué horizonte le queda a la invención poética? Octavio Paz es algo más benigno con la obra de Mallarmé. Este, no nos lega una imagen del mundo sino que nos insinúa una posibilidad de trayectorias. ¿Cuáles? La posibilidad misma. Hay que repetirlo. La gran obra final de Mallarmé, Una jugada de dados no abolirá el azar no dibuja un lugar poblado de seres y cosas relacionados entre sí de uno u otro modo, no nos dona una imagen ultimada , sino que viene a decirnos que la poesía se revertirá sobre sí misma, que la poesía se hará superpoesía al tiempo que podrá quedar reducida a esa potencia, a esa conciencia. La poesía se hará metapoesía, que en los tramos del intelecto en expansión, y la conciencia de la palabra poética sobre su propias potencialidades implicará abrir las posibilidades poéticas al infinito al tiempo que tal poder deberá esperar o buscar el momento propicio para encarnarse en historias y periplos singulares: la búsqueda de significado que Paz cita como ese anhelo del lenguaje en el límite de sí mismo.     

 


 

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