martes, 5 de febrero de 2019

DIARIO DE LECTURAS. FERIA DEL LIBRO DE OCASIÓN EN MURCIA.



Cada año me pasa lo mismo, cuando llego a casa con el montón de libros cazados en la feria, con este tesoro que nadie quiere de papeluchos antiguos, con este continente cuasi anacrónico - pretenden algunos -  de mantenimiento y medio del conocimiento y de la memoria: la avidez por leerlos me crea ansiedad, creo que no voy a poder disfrutar de todos, que ya resulta inútil comprar tanto libro, que en breve se convertirán, en  mi casa, en trastos también. El sueño de George Steiner es el de leer ininterrumpidamente. Ya sabemos cómo concebía Borges el lugar idóneo para disfrutar de la felicidad eterna. Pero en el acto de comprar en una feria de ocasión, si no controlas esa ansiedad por encontrar el volumen más raro, el libro que has soñado encontrar y que quizás se halle aquí, ahí, en algún rincón de las casetas, se produce esa quemazón del gusto natural que te llevaría más relajado, una tarde cualquiera, a una librería. Precisamente la ocasión de una feria de ocasión excita de más el olfato de la búsqueda bibliomaníaca, y eso que el término podría quedarse  en el mero estímulo y acicate, porque las ferias ya no resultan tan económicas como hace algunos años.
Hace un par de años creía que ya poca cosa de interés podía encontrarse en las ferias. Pero los libros son infinitos y en una de esas revueltas e itinerarios entre la morralla aparente te topas con un libro que sí te interesa y lo compras. Aquí va la lista de los que han caído en mis dos incursiones murcianas.






-         A Saúl Yurkievich lo veo bastante olvidado. Recuerdo haber leído con gusto una obra suya publicada, me parece en Tusquets, de prosas poéticas en donde demostraba con brillantez su manejo escritural. En este grueso volumen exhibe esas dotes a tutiplén. Sus críticas de las obras de Lezama Lima, Octavio Paz o Cortázar, reinventan el género, son obras de creación en sí mismas. La especialidad de Yurkievich es la de presentar las obras de los escritores que analiza,  desde una perspectiva altamente dinámica y atractiva.




-         Tres libros de la misma colección. Las cartas que Marcel Schwob envía en su colorido periplo a su mujer, relatando el viaje que le llevará a las islas de Samoa. El resultado es una escritura minimal y rítmica, policromada: la melopea sensorial que producen los aspectos continuamente cambiantes del mar y de los cielos agitando el barco en que viaja nuestro diestro amanuense.




-         Una selección del diario de André Gide. Selección tiene que ser pues creo que salvo una edición en Argentina, no existe otra edición en español del diario íntegro del nobel francés. Breton detestaba a Gide. Le molestaba hasta su aspecto físico. Y eso que el pobre de Gide hizo el esfuerzo de leerse El capital de Marx con la idea de comprender el espíritu de su tiempo y dirimir con razones las ansias de los revolucionarios. Los escritos del joven Gide exhalan el encanto de un temperamento crítico y soñador. Escribe por ejemplo, este pasaje que yo lanzaría como tarea de desciframiento simbólico y contextual a filólogos y afines  : “Año 1888. Leer a Sófocles como un filósofo alemán. Platón en una celda de anacoreta. Eurípides al son de la música de Chopin. Teócrito a la orilla de un arroyo y Safo en  las rocas de los acantilados”.  ¿No parece un cuadro modernista o simbolista a lo Moreau? 




-           “Basílicas” llama Paul Morand a las salas de cine que se abrían en Nueva York, destinatarias de inversiones millonarias. Para un europeo, Nueva York era una ciudad insólita, tendente al exceso y a una movilidad continua. Fundada a medias por ingleses y holandeses, Paul Morand relata su crónica de la ciudad de los rascacielos inmediatamente después del famoso crack del año 29. Se encuentra pues en un momento histórico de la ciudad y del país. Como siempre ocurre, la información que supone esta crónica resulta doblemente curiosa: las impresiones que, entonces, causó la ciudad en un temperamento agudo como el de Morand y lo que tales impresiones suponen para el análisis histórico a lectores de hoy.




-         A Borges le parecían excesivas y pedantescas las teorías literario-fantásticas que ensayistas varios dedicaban tanto a su obra como a su personaje en tanto que creador original. Este libro es uno más de esa extensa y a veces innumerable bibliografía erudita; ahora bien, si nos apasiona Borges, podríamos suponer en el ensayista en cuestión que lo aborda, tanta dosis de inteligencia como las ficciones borgianas requieren para su desciframiento y en ese caso, disfrutar tanto de probables aportaciones nuevas como de otra ocasión de discurso borgiano.     




-         El mundo de los sueños es la pieza maestra de mi escrutinio libresco en la feria. La edición es de 1901, es decir, que este objeto llamado libro, tiene 118 años. Resultaría curioso imaginar las peripecias del  volumen, publicado en México, hasta su llegada, vía marítima o aérea, a Europa, a España y, finalmente, a mis manos. El astrónomo Camille Flammarion fue un escritor de éxito en su tiempo. Publicó libros de difusión astronómica, novelas, obras de teatro y libros de investigación sobre lo sobrenatural. Lo que engancha de este librico es su rosario de anécdotas extrañas, el aire de género esotérico que despide su volumen informativo,  los casos con nombres y apellidos que de modo consecutivo expone tras una breve introducción teórica. Estos sueños que Flammarion investiga poco tienen que ver con los que psicológicamente analizaba en el mismo momento su contemporáneo austríaco, Sigmund Freud, que publica su gran obra sobre los sueños un año antes, aunque algunas de las intuiciones que se tenían por entonces sobre la naturaleza de los sueños y sobre lo que los ocasionaba, y que Flammarion también explica, se asemeja mucho a lo que Freud confirma como elementos constituyentes del proceso onírico: contenidos latentes, la función de la imagen, motivos fisiológicos como causas directas de sueños…  Flammarion cita gran número de sueños premonitorios y telepáticos. Freud, aunque siempre se mostró reacio a admitir lo extraño como fenómeno real, su experiencia le llevó a admitir, finalmente, la existencia de la telepatía, aunque lo hiciera muy discretamente. El libro de Flammarion se lee como una suerte de muestrario de literatura popular y fantástica. Yo lo leo y lo disfruto así, aunque, por otro lado,  hay que admitir que la suma de casos contrastados que supone cada historia real, no deja de postular una comunicación a través del sueño, que trasciende el espacio y el tiempo. Algunos de los casos se remontan a 1840, a 1830, y el sabor de época junto a lo extraño del suceso contado a través de la efectiva sencillez de lo oral, producen un efecto fascinante.






-         Desconocía absolutamente la existencia de este autor húngaro que en la década de los veinte vivió entre Chile y Perú y escribió lo mejor de su obra vanguardista en español.






-         En agosto del año 1756 las monjas del convento de la Visitación en la ciudad de México, le rinden un inmejorable y barroco homenaje a los virreyes de España entonces, los marqueses de Las Amarillas, con la composición de una obra de teatro, una loa que va algo  más allá de las limitaciones de su género. La obra editada en su integridad es tanto una rareza como una interesante muestra lingüística por sus alusiones a las lenguas nativas.





-         Preceptos operativos, objeto dinámico y objeto inmediato, códigos y subcódigos, textos y metatextos y cuasi infratextos, isotopías mas no heterotopías, inferencias, estructuras y modelizaciones: he aquí la fulgurante jerga que Eco despliega en su análisis de los mundos narrativos posibles. Por un lado, las sensaciones, hoy,  ante esta lujuriosa exhibición terminológica, no excluyen cierta añoranza melancólica. De todos modos, como el análisis semiótico puede aplicarse sobre cualquier fenómeno o sustancia, podríamos imaginar que alguien con el suficiente entusiasmo intelectual lo hiciera sobre la inaudita fenomenología actual, pues el saber puede renacer y potenciarse: son las épocas de máximo esplendor conceptual de la semiótica las que  producen en nosotros cierto sabor anhelante, teniendo en cuenta la salud regulera de las humanidades y el éxtasis tecnológico que vivimos..         

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