Cuando en Occidente a los
aficionados les da por escribir haikús y producirlos como si fuera rosquillas,
es decir, a tutiplén, sospecho que ignoran por completo en qué consiste un
haikú, realmente; qué condición contemplativa exige, qué experiencia del
espacio y el tiempo comporta, antes que su definición a través de la imagen.
Es, precisamente, el
carácter inflacionario de la imagen, su producción exclusiva, lo que hace
borrosa y distante la recepción originaria del poema.
La corrección política es
mero aleccionamiento amanerado, decadencia, apelación a una moralina
quisquillosa incapaz de crear una expectativa que genere nuevos y grandes
relatos.
A veces es el propio
lenguaje quien nos apoya y nos ofrece la respuesta que buscábamos a través de
la palabra que dice y confirma la naturaleza de lo que tratábamos o pensábamos.
El que las parafonías aparezcan
grabadas en un medio que no ha sido diseñado para tal cosa, ¿no es un punto
clave del que deba partir una reflexión básica sobre la naturaleza de lo
paranormal, y de paso, sobre la constitución profunda de la realidad?
Lo que decrece también forma
acontecimiento.
La vigencia informativa del signo depende del flujo contextual en que el significado de las cosas puede alterarse, cambiar o variar.
En el montacargas del
corazón hay sumido tanto amor frustrado….
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