Es la primera vez que el agua de la riada llega a la entrada y penetra dentro
formando una pequeña piscina. Enseguida, este no poder salir de casa, esta
dificultad para el libre movimiento, esta limitación se convierte en una
erosión mental, en un empobrecimiento de la vida, en un regresar a lo salvaje.
Y te das cuenta de la enormidad que avanza la vida, del grado de sofisticación
y bienestar, cuando un adelanto técnico, un superar fronteras naturales, es
alcanzado. Basta que se vaya la luz para que ingresemos de inmediato en la
prehistoria. Si dominas en un solo aspecto a la naturaleza, ese bienestar
influye en todo, en tu manera de entender lo real, en el orden de las
prioridades. Si pierdes ese dominio, si una inundación te colapsa todo
movimiento y destruye tu hogar, vuelves a un estado de la vida inferior y eso
te humilla y te enrabieta. Pierdes sofisticación, grandeza.
Orihuela,
Zona Cero de la riada, decían los informativos. ¿Será posible que al escuchar
tal enunciado espectacular me sentía hasta incluso un tanto orgulloso….? Ya sea
a causa de algún desastre o por todo lo contrario, es difícil no sentirte
adulado por los medios cuando se fijan en ti. Cuando se acercan los micrófonos
y las cámaras parece, de pronto, que todos trabajemos para ellos.
Esta
mañana he tenido que dejar a España luchando sola contra Australia en el
campeonato de baloncesto para salir con la intención de comprar alguna vianda,
pues había parado de llover. Sensación rara esta de tener que luchar contra un
obstáculo natural al bajar y tener que ir andando a tientas a través del agua.
Un espacio común se transforma con la presencia de agua, lo que hay debajo
adquiere otra naturaleza, se vuelve extraño, onírico. La relación simbólica de
las aguas con el sueño emerge aquí.
Marchaba
pegado a la pared, sobre la acera que suponía sumergida allí abajo (lo que
antes estaba pero que ahora está bajo el agua, no sabes muy bien si está o no),
cuando vi un par de hermosas cucarachas en plena cópula. Estaba cerca el
arbellón. Seguramente, escapando del agua, y por tanto de la muerte, intentaban,
con desesperación y a plena luz del día, hacer lo único y máximo que podían
hacer por la supervivencia. Naturalmente, las aplasté con mi paraguas y
cayeron al agua. Encima de repulsivas, impúdicas. Enseguida sentí cierto
remordimiento. Sus cuerpos flotaban en el agua, la misma agua que me estaba
entrando por litros dentro de las botas.
En
el cruce de dos calles el agua casi me llega a la cintura. El agua que baja, en
forma de cordones giratorios, tiene una fuerza insólita. Sentí que el musculo
ingrávido del agua me empujaba y simulando un accidente, quería llevarse mi
cuerpo por algún agujero abierto de las alcantarillas. Cuando alguno de los
elementos naturales actúa con fuerza contra nosotros, imaginamos una intención
oculta, un deseo perverso de hacernos daño. Entonces resulta difícil no
personalizar.
Al
cabo del día, a la tarde noche me dice mi hermano que está deseando acostarse y
que venga el día siguiente. La jornada le ha parecido casi de pesadilla: inasistencia
al trabajo, problemas en el aparcamiento con una fuga de agua, inundación de la
entrada del piso, lleno total en el único Mercadona de la ciudad que ha
escapado al esputo de agua y barro, todo el día pendiente de cómo franquear el
obstáculo del agua…..Resulta bien explicable, claro. La mayor parte del tiempo, las necesidades primarias suelen estar satisfechas. Cuando
esto no es así y por accidentes o fenómenos naturales, tal regularidad se
fractura y lo elemental no es satisfecho o es impedido, nos sumimos en la
indigencia, en el primitivismo. Perdemos excelencia.
Agüica
del Segura, que rápido involucionamos cuando perdemos el poder de asegurar lo
elemental de la vida, aunque sigamos poseyendo el lenguaje, el instrumento más
sofisticado.
2 comentarios:
Los poetas siempre buscando la belleza...
Claro que sí.
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