CRÓNICAS
En 1777, por las calles
húmedas de Ámsterdam, crecían insólitos repollos de tonos rosados que se
desprendían con singular delicadeza sobre las manos de las campesinas
holandesas que pretendían recogerlos.
En 1800, una curiosa
lluvia de ranas obturó la torre de la iglesia de la ciudad sueca de Lustgen y
no se dieron correctamente las horas. El hecho provocó el caos en la población.
Hubo personas que cambiaron de ciudad.
En 1822, por las calles
céntricas de París, alguien habló de las implosiones fractales y se produjo un
notable inquietud entre la ciudadanía medianamente culta. Se intentó perseguir
a ese individuo pero pronto se confundió con la leyenda y nunca se le
identificó ni se le detuvo. Se sospechó de un botánico y teólogo alemán, pero
todo fue inútil.
En 1555 el aire hacía
trenzas insólitas en puntos concretos de plazas y calles de la ciudad húngara
de Pesterakio, que quedaban marcadas en el éter, tal y como algunos pintores y
grabadores lograron percibir.
En 1904, un hojalatero
alemán tras una jornada de duro trabajo, tomó aire en demasía y se vio
sorprendido por un mareo dulce que acabó desembocando en un grato orgasmo. El
relajo fue tan grande que se dedicó desde entonces al comercio del terciopelo.
No veo ningún simbolismo en mi decisión, decía el bueno de Gunter, mordiéndose
los carrillos.
En 1888, transitaba por
las calles de Lisboa un perro transexual que exudaba cristales de azúcar por la
piel. Alguien decidió darle una patada, el animal se revolvió y adquirió las
formas de un evidente ornitorrinco para camuflarse. Acabó en un zoológico y se ahogó en el estanque cuando pretendía
poner huevos más ovalados de lo corriente.
En los últimos años de
su vida, a Napoleón le empezaron a crecer los omóplatos de tal manera que creyeron
que eran las alas de un ángel imperial. El apocalipsis está aquí, dijo uno de
sus lacayos muy agitado. También la nariz experimentó tal infamante curvatura
que se pidieron los servicios de un exorcista. El exemperador intentó volar,
pero lo único que consiguió fue caerse de su cama al mullido suelo. Napoleón
expiró antes de que tales deformidades progresaran más.
En 1899, se extendió
una moda, o mejor dicho, una manía entre los europeos: la de poseer un
astrolabio. Se creía que la conquista de los aires se encontraba cerca y tras
constatarse que un gran número de personas que no se conocían, soñaban que
volaban, tales artilugios se convirtieron en uno solo en la fantasía alterada
de la gente: un astrolabio. En los carnavales iban disfrazados de astrolabio y
un poeta español aspirante a modernista, pretendió descifrar el origen
etimológico de la palabra, más que del instrumento. Astrolabio es un astro
detenido en el vértice blando del labio amante de las estrellas giratorias, decía
y recitaba: astro húmedo de noche galáctica/salta de la boca mórbida de mi
niña mágica.. Poco a poco, ante la
invención del cine, la moda fue desapareciendo, pero al poeta modernista le
salieron placas metálicas en la cara y acabó en un circo, exhibiendo su
sorpresiva miseria pulida.
En 1888, a un tipo muy
avispado del norte de Francia, se le ocurrió pensar que las cifras de aquel
año, 1888, tenían un aspecto muy parecido al de ciertas verjas. En el
cementerio de su pueblo encontró una cancela con ese aspecto y meditaba largas
horas acerca de lo que pudiera significar. Decidió quedarse a vivir allí, al
lado de la puerta con forma de ochos, perdió la razón y fue encerrado en un manicomio
que se encontraba al lado del camposanto.
Cuando en 1910 se
descubrió en una casa de la ciudad de Lubliana un arcón con ceniza formando la
cara de un emperador romano estornudando; o cuando en los pueblos de Georgia
entraba el sol por las tardes y mordisqueaba los gráciles cuellos de las
criadas; o cuando en 1921, en Dublín, a la gente le dio por andar al revés y
restregarse por el suelo tras ataques de risa convulsiva; cuando una señora de
Sevilla que iba a misa desplegó su mantilla y esta se convirtió en un enjambre
de mariposas fosforescentes que se dispersaron al toque de un sonido
desconocido que se escuchó justo cuando su sobrino entraba en la casa a hacerle
una visita disfrazado de oso, fue entonces, ante tal cúmulo de extrañezas, cuando el conjunto de
sabios reunidos en Zagreb para estudiar el nuevo sino del mundo, desistieron de
hallar un sentido a las cosas y se decidió que el seno de la Historia es un
desvencijado cajón de sastre sin pies ni cabeza.
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