martes, 15 de octubre de 2019

PAREJICA DE LIBROS



¿Estamos a tiempo?
Jhon Berger/ Selcuk Demirel

Es legítimo que las editoriales creen libros o los inventen allí donde, en principio no había sino unas cuantas anotaciones o un mero proyecto que no llegó a materializarse. Lo único que exigiríamos es que tales publicaciones alcanzaran conceptualmente lo verídico. Lo comento porque este libro, encantador por las ilustraciones e interesante por las reflexiones sobre un tema siempre tan jugoso como el tiempo, a mí, al menos, me ha sabido a poco. Berger quiso escribir un libro sobre el tiempo, acompañándolo de ilustraciones. Falleció antes de que tal sueño dejara de serlo. La editora ha seleccionado de entre distintos textos del autor inglés, estas reflexiones o apuntes sobre el tiempo y el resto ha sido cumplimentado con eficacia por Selcuk Demirel. Cuando imagen y texto están a partes iguales y no se molestan el uno al otro, uno puede atravesar las páginas entretenido con lo que le dicen ambas expresiones: la lingüística y la visual. En este caso, la voz de Berger ha dicho un par de cosas emotivas e ilustrativas, pero nos podía haber descubierto más  fronteras de ese territorio en expansión continua que es el tiempo si sus reflexiones hubiesen sido específicas y no material antologado de otros textos.








DIARIO DE ANDRÉS FAVA
Julio Cortázar

Diario intelectual de un sosia del autor argentino que nunca vio la luz editorial. Desconozco la razón de por qué no se publicó en el momento en que Cortázar lo abandonó o decidió no continuarlo, porque probable aire de bisoñez no tiene ninguno, y para quien guste de la literatura y del estilo de Cortázar, estos textos satisfarían expectativas. Las reflexiones sobre la escritura son frecuentes pero no agotan, porque resultan muy concretas y precisas: el Cortázar treintañero es más que un adulto cotejador de teorías y lecturas y además, ha quemado ya alguna de las fases por las que pasan los aficionados. Reconociendo los condicionamientos de pertenecer a una raza especial- pertenezco a la ominosa especie de los que escriben cuando pueden – Cortázar, ahíto de procedimientos y modos de escritura, y conocedor del vertiginoso horizonte cultural a que Occidente ha llegado quemando tantas etapas – el hombre es la suma de su inventario - , reconoce, pronto, no ya el goce de la experimentación literaria sino el hartazgo y el asco de la escritura convertida en trabajo, cuando tras la sesión ante la máquina de escribir, lo único que se desea es escapar de la habitación, llamar a un amigo, sumirse en el relax tras la claustrofóbica operación de haber producido unas cuantas páginas.
Cortázar escribe este diario, cuya envoltura ficcional es muy leve- cambios de nombres de personas conocidas, visitas a lugares, poco más – sin concesiones, sin prólogos explicativos, pensando, quizá, exclusivamente, en ese lector ideal que semióticas en lance han descrito como el más óptimo destinatario de un texto. Personalmente me ha gustado la comprensión que muestra de la figura, no de los escritores sino de la de los poetas. Estos se enajenan, se vuelven locos porque son los primeros que se niegan a aceptar un solo modo de vivir la realidad. Son los reivindicadores de realidades múltiples igualmente de vitales, de la riqueza expresiva y simbólica. Aquí Cortázar revela una de las características que dan a su imaginación literaria esa plasticidad característica: su complicidad con la poesía.       
     

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