¿Estamos a tiempo?
Jhon Berger/ Selcuk Demirel
Es legítimo que las
editoriales creen libros o los inventen allí donde, en principio no había sino
unas cuantas anotaciones o un mero proyecto que no llegó a materializarse. Lo
único que exigiríamos es que tales publicaciones alcanzaran conceptualmente lo
verídico. Lo comento porque este libro, encantador por las ilustraciones e
interesante por las reflexiones sobre un tema siempre tan jugoso como el
tiempo, a mí, al menos, me ha sabido a poco. Berger quiso escribir un libro
sobre el tiempo, acompañándolo de ilustraciones. Falleció antes de que tal
sueño dejara de serlo. La editora ha seleccionado de entre distintos textos del
autor inglés, estas reflexiones o apuntes sobre el tiempo y el resto ha sido cumplimentado
con eficacia por Selcuk Demirel. Cuando imagen y texto están a partes iguales y
no se molestan el uno al otro, uno puede atravesar las páginas entretenido con
lo que le dicen ambas expresiones: la lingüística y la visual. En este caso, la
voz de Berger ha dicho un par de cosas emotivas e ilustrativas, pero nos podía
haber descubierto más fronteras de ese
territorio en expansión continua que es el tiempo si sus reflexiones hubiesen sido
específicas y no material antologado de otros textos.
DIARIO DE ANDRÉS
FAVA
Julio Cortázar
Diario intelectual
de un sosia del autor argentino que nunca vio la luz editorial. Desconozco la
razón de por qué no se publicó en el momento en que Cortázar lo abandonó o
decidió no continuarlo, porque probable aire de bisoñez no tiene ninguno, y
para quien guste de la literatura y del estilo de Cortázar, estos textos
satisfarían expectativas. Las reflexiones sobre la escritura son frecuentes
pero no agotan, porque resultan muy concretas y precisas: el Cortázar treintañero
es más que un adulto cotejador de teorías y lecturas y además, ha quemado ya alguna
de las fases por las que pasan los aficionados. Reconociendo los
condicionamientos de pertenecer a una raza especial- pertenezco a la ominosa especie de los que escriben cuando pueden – Cortázar, ahíto de
procedimientos y modos de escritura, y conocedor del vertiginoso horizonte
cultural a que Occidente ha llegado quemando tantas etapas – el hombre es la suma de su inventario -
, reconoce, pronto, no ya el goce de la experimentación literaria sino el
hartazgo y el asco de la escritura convertida en trabajo, cuando tras la sesión
ante la máquina de escribir, lo único que se desea es escapar de la habitación,
llamar a un amigo, sumirse en el relax tras la claustrofóbica operación de haber
producido unas cuantas páginas.
Cortázar escribe
este diario, cuya envoltura ficcional es muy leve- cambios de nombres de
personas conocidas, visitas a lugares, poco más – sin concesiones, sin prólogos
explicativos, pensando, quizá, exclusivamente, en ese lector ideal que
semióticas en lance han descrito como el más óptimo destinatario de un texto. Personalmente
me ha gustado la comprensión que muestra de la figura, no de los escritores
sino de la de los poetas. Estos se enajenan, se vuelven locos porque son los
primeros que se niegan a aceptar un solo modo de vivir la realidad. Son los
reivindicadores de realidades múltiples igualmente de vitales, de la riqueza expresiva
y simbólica. Aquí Cortázar revela una de las características que dan a su
imaginación literaria esa plasticidad característica: su complicidad con la
poesía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario