Desaparecidos del
campo de batalla retórico los debates sobre poéticas o tendencias poéticas – "los poetas de la experiencia", "los poetas
del silencio", "los venecianos", "los feroces", etcétera., – que hasta el inicio del nuevo siglo parecían
competir por el primer puesto de la novedad o de la prioridad estética, la
edición de antologías nos ha ayudado hasta el momento a rastrear el estado de las plumas sutiles. Lo que se nos ofrece
en este volumen publicado por Polibea
es algo más original: entrevistas a los, más o menos, esquivos protagonistas de
la palabra.
Salvando cuestiones
previsibles que suelen producirse en estos casos como la parcialidad en la
selección, por ejemplo, o la tendenciosidad de las preguntas, creo que esta
suma de entrevistas, salta sobre estos percances de lo estereotipado y nos
ofrece retratos singulares, adecuadamente personalizados, valga la redundancia
y limitadamente saturados. Ada Soriano
ha sabido leer en los poemas de cada entrevistado y dirigirle preguntas a
propósito de lo escrito y afirmado en sus textos, invitando al poeta a
explicarse o justificarse, evitando el exceso. La poesía requiere penetrar,
aunque sea fugazmente, en los laberintos de la palabra y de la intimidad. El nivel
obtenido en la mayoría de las entrevistas nos descubre que el genio poético,
aunque no se encuentre en primera línea de la producción editorial y parezca
condenado a ser consumido en las trincheras blandas de lo minoritario, no cesa
de velar por lo que le compete.
A la poesía le
concierne decir el acontecimiento del mundo. Hoy, actualmente, ese
acontecimiento lo dicen más oportunamente
el cine o la novela. No se trata de que la poesía baje en aspiraciones. La poesía
está en perfecta salud. Cuando lo primoroso, lo único ocurra, también la poesía
o sólo la poesía sabrá, en realidad, decirlo.
De todas maneras,
teniendo en cuenta la especialidad de la poesía, lo que podríamos denominar “su
misión”, no podemos negar, también, ciertas limitaciones y empobrecimientos del
momento: el provincianismo en poesía, que los poetas de una comunidad conozcan
malamente o no se interesen por lo que hacen los poetas de la comunidad vecina.
Para Roland Barthes la vocación de la
escritura es ser criptográfica. Es decir, la escritura ofrece una resistencia a
los lectores, exige una implicación. Este esfuerzo ofrece compensaciones y
pruebas especiales a los lectores de poesía.
El otro día visité una exposición de pintura
en la sala del palacio Almudí de Murcia. Se trataba de una exposición de
premios de pintura recientes, obras, sobre todo, de gente joven que pinta y
crea actualmente. La visita fue doblemente compensatoria. Por un lado, la
mayoría de las obras me parecieron estupendas, me hicieron regresar, en el
recuerdo, a aquellos estados de entusiasmo de los ochenta y noventa, cuando uno
todavía confiaba en descubrir autores y lenguajes nuevos; por otro, me sumió
ante la contemplación de obras concretas en un gozoso estado que me hizo
recuperar, por momentos, la esperanza profunda en el arte. Las mismas
sensaciones de renovación e interés que tuve ante los cuadros, supongo que
podría tenerlas con la lectura de los poemas de los poetas seleccionados aquí,
teniendo en cuenta la similitud de edades y territorio en el que trabajan.
Presentación del libro en la librería Codex, el 15 de noviembre. José Luis Zerón, Ada Soriano y el director de la editorial Polibea, Juan José Martín Ramos |
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