Elizabeth Barret Browning
y Robert Browning en Venecia.
El epígrafe de la
publicación ya define el objeto de la fascinación. ¿Por qué el hecho de
imaginarme a esta pareja de poetas en Venecia, a esta pareja específica y no a
otra, intensifica un interés que quizá funcionaría con distinta evocación
literaria si pensáramos en otros nombres? La verdad es que podríamos referirnos
a un Alfredo de Musset y a George Sand evolucionando por la famosa urbe
acuática por la misma época, pero el detalle de tal proyección ofrecería otro
grosor. Robert y Elizabeth Browning funcionan como un tándem algo hermético
pero indiscutiblemente romántico. En torno a ellos, más que aventuras extremas,
gira una densa narración de intimidades que se resuelve en sus poemas, de modo
especial, en el conjunto seleccionado aquí. El amor, preñado de sacrificios y
promesas de perennidad, que nos cuentan los sonetos de Elizabeth, alcanzan
también, en suma, un grado de majestuosidad que la minuciosa belleza de su
escritura, ratifica.
Safo. Poesías
Sorprende que los
pocos fragmentos escritos por Safo hayan llegado a nosotros y que podamos
disfrutarlos en un volumen tan impecable y exquisito como este. Tales
fragmentos vienen a reducirse, en el mayor número de las ocasiones, a un par de líneas o a un verso, apenas,
inscritos en una cerámica… Esta riesgosa indigencia, sin embargo, ha causado uno
de los debates más polémicos y continuados en la historia de la literatura: el
de la famosa tendencia sexual de la poeta. Alguno de los poemas, por su belleza
y patetismo, convendría leerlos no en clave lésbica, sino más allá de tal incordiante
encasillamiento. Impresiona leer estos dos versos e imaginarlos como una
confesión derrelicta y anónima de un amor remoto, atravesando el piélago de los siglos: viniste, sí, viniste, y yo que te buscaba, /tú,
que enfriaste mi pecho ardiente de deseo.
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