La
gratificada con el premio Princesa de
Asturias, Anne Carson, hace una
peregrinación por el Camino de Santiago.
El resultado de tal viaje es esta suerte de bloc de notas o diario, en el que
va anotando impresiones y sorpresas. Leído el libro, hay que destacar que
Carson no se dedica, meramente, a comentar paisajes o describir poblaciones: a
partir de tales observaciones, formula interrogantes que son más sorpresivos que retóricos. Carson aprovecha
cualquier matiz emergido de las circunstancias varias de realizar un viaje como
el del Camino para preguntarse sobre el porqué de estar en semejante sitio. Explota
su percepción poética sobre las calidades de color y sugerencia del entorno que
atraviesa, o bien, sobre las reacciones de su acompañante durante el viaje. Hay
que tener en cuenta que para Carson, este viaje no es uno cualquiera. Carson se
siente como una integrante más de aquellos primeros peregrinos que con su
itinerario crearon, azarosamente, el Camino de Santiago, y por ello, hasta
cierto punto, si no sacraliza su situación, sí la destaca y la singulariza,
pues este viaje posee un objetivo claro y la experiencia de realizarlo se
reviste de una naturaleza particular, también.
Todo viaje tiene algo de iniciático. Cuanto más este, que constituye un recorrido por unas tierras preñadas de simbolismos e historias. Carson lo sabe perfectamente. Por ello, reflexionando sobre el viajar y la palabra, anota algo curioso: Una conversación es un viaje. Llegas a entender el viaje porque has tenido conversaciones, no al revés. Como queriendo decir, independientemente de las significaciones de toda relación dialógica, que el simple ejercicio de viajar no basta para entender qué regiones del mundo has atravesado. El viaje necesita, pues, de una suerte de exégesis posterior para llegar a comprender de verdad qué te ha ocurrido mientras viajabas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario