Suele decirse que no
valoramos lo propio, que, incluso, tendemos a despreciarlo. Viciosas asunciones
de estereotipos, reacciones inerciales nos llevan a ser poco originales a la hora de
valorar nuestros entornos inmediatos y su historia. Miguel Ruiz, ha vencido
toda pereza y prejuicio, y gracias a las debidas consultas documentales e incursiones bibliográficas, nos ofrece en
este libro, Orihuela: literatura y
patrimonio, una animada imagen de la ciudad como lugar de paso u objetivo
de interés expreso de estudiosos, excursionistas, escritores o científicos.
Es una banalidad
afirmar que, bien examinado, todo rincón geográfico se puede convertir en fugaz
encrucijada de nombres y personajes más o menos relevantes. Pero no podemos
negar que es motivo de entusiasmo comprobar cómo la historia nos revela que la
ciudad en la que vivimos ha ofrecido grados de notable implicación cultural ya
sea como lugar de nacimiento de autores importantes o como punto de peregrinaje
de otros personajes, estos, internacionales.
Miguel Ruiz en una
nutrida serie de artículos, publicados previamente en prensa, nos muestra el
balance de viajeros que pasaron y visitaron la ciudad, en los últimos siete
siglos. La lista de nombres resulta curiosa, sorprendente, en algún caso, y nos
hace recordar, a propósito de tal concurrencia de nombres, que por algo Orihuela fue la capital de
Levante.
Azorín, Washington
Irving, Ciro Bayo, Gabriel Miró, Christian Andersen, Don Juan Manuel, Lasage, José
Cornide o John Talbot, son algunos de los nombres de personas ilustres que de
alguna manera, o bien por casualidad, o bien, intencionadamente, se dejaron ver
en la ciudad, habitaron en ella o la
visitaron, publicando luego testimonios escritos de ello.
Desconocía a Lasage, escritor francés que vivió entre los siglos diecisiete y dieciocho, y que adoptó la temática y la estilística de las obras picarescas españolas en sus textos. En uno de ellos, El bachiller de Salamanca, hace mención de un personaje, nativo de Orihuela. Suculenta fue la estadía oriolana para el escrito noruego Andersen, y tanto, ya que en su viaje por nuestro país, la primera vez en que disfruta del menú de una auténtica posada española, fue en Orihuela. Curioso se me hace imaginar a Azorín apostado en uno de los puentes de la ciudad, un buen día de 1903, tras haber realizado un retrato escrito del lugar. También desconocía la noticia de que Washington Irving se paseó por las, entonces, floridas inmediaciones de Orihuela, quedando admirado de su aspecto pintoresco y oriental.
El libro de Miguel Ruiz
no supone, sólo una lista de autores que pasaron por aquí, sino un escrutinio
histórico de personajes u obras relacionadas de algún modo con la ciudad. Es el
caso de Lasage o de Ramón de Campoamor, o bien, y de un modo tan notable como
único, el de Miró.
Lo mágico de la literatura es comprobar que el mundo del que habla es, fundamentalmente, verdad, incluso real… Pienso en las novelas de Ballesteros, las Oriolanas, en Miró, en Sijé, en Miguel Hernández. Orihuela más que una ciudad es un motivo literario, un símbolo, una pequeña constelación de monumentos, enclaves naturales, poesía. El libro de Miguel Ruiz tiende, tratando de todo ello, a confirmarlo, a través de hechos y documentos. Lo que resulta entrañable con respecto al lugar en el que hemos nacido o vivido es la relación que hayamos tenido con lo que constituye la memoria de la ciudad. Esa relación es una experiencia personal y común. Quizá, el concepto de patrimonio tenga algo de estático, pero contribuye a hacernos ver que el lugar que habitamos es, además de un depósito de tradiciones y hechos reseñables, eso, precisamente: una vivencia.
1 comentario:
Gracias por la reseña del libro. La intención, evidente, como señalas, es revivir el patrimonio de nuestra ciudad a través de la mirada de escritores que aquí pasaron. E incitar, en la medida de los posible, a la maravillosa aventura de la lectura.
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