jueves, 11 de febrero de 2021

DOS MUNDOS IMPRESOS



Ante Nietzsche o Schopenhauer, Simmel no parece tener el mismo grado de elocuencia y fama. Sus paisanos se han hecho hiperfamosos, convertidos en estereotipos de un nombre y un rostro, mientras el tímido Simmel agacha ligeramente la cabeza y se pone a meditar y escribir, huyendo del mundanal ruido, de la crítica y de los lectores. Pero su obra ha ido adquiriendo un importante interés en los últimos años que le ha llevado a ser considerado uno de los filósofos más importantes del siglo XX. Las observaciones de Simmel sobre la moda, sobre cómo influye la estructura de las ciudades en la intelectualidad de los ciudadanos, sobre lo que constituye una aventura, sobre las ruinas o la masas urbanitas, han ido formando un corpus de análisis de la modernidad que hoy es ejemplar y de referencia para los estudiantes. En estas Imágenes momentáneas, Simmel aplica su lupa de investigación a lo que se nos ofrece a los ojos de un modo fugaz o fragmentario: gente paseando por un parque, patinadores, ramos de flores, edificaciones, problemas de los niños en la escuela, ocurrencias que nos inquietan a pesar de su aparente banalidad. Simmel se convierte en poeta y concentra en estos textos breves, semejantes a poemas en prosa,  sus dotes de aguda reflexión y escritura estilizada, consiguiendo resultados especulativos siempre sorprendentes. Veo cierta semejanza temática entre la obra de Simmel y la de Benjamin. Este último fue más minucioso a la hora de estudiar los aspectos de la vida moderna, pero ambos coincidieron en subrayar los mismos motivos como ejes de una apasionada investigación de contextos y detalles.  


  Una serie de anotaciones y aforismos componen este volumen inédito hasta el momento que Cioran escribió en París hacia mediados de los años cuarenta. Para quienes conozcan su obra o sean lectores suyos, pocas novedades que destacar. Con la habitual contundencia de siempre,  Cioran lanza sus gargajos envenenados contra el destino, el hombre, la historia, el universo y toda divinidad posible. Más que tender hacia algún motivo teórico concreto, en estas hojas Cioran se centra en las tribulaciones del alma solitaria y su redención, destacando que sólo el amor o el absoluto nos hacen merecedores de alguna esperanza. No hay peor enfermedad que el aburrimiento, y luchando contra su asedio, Cioran elaboró estas reflexiones que, como suele ser corriente en el brillante autor rumano, nos revelan aspectos paradójicos y sorprendentes del espíritu que baila al borde del abismo. Cioran se nos muestrea aquí como un romántico existencialista: la frecuente alusión a las lágrimas y al corazón sometidos al cruel vendaval del tiempo, nos revelan las ascendencias poéticas de su pensamiento, siempre contrario a las jergas o especializaciones teóricas y afirmador de la vida  como única urgencia que solucionar y atender.     

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