miércoles, 17 de febrero de 2021

ILUSIONES ÓPTICAS. LOS ESTRATOS CONFLUYENTES DE LA IMAGEN


La ilusión óptica es, en definitiva, imagen estereoscópica, ya que cuando logramos aislar visualmente la relación de objetos que se camufla en un orden aparente, aquella se percibe en un primer plano, emerge del flujo en el que se encontraba mimetizada, lográndose de este modo, individualizarla del resto.

La ilusión óptica lo que pretendía era sorprender, sumir en la perplejidad a la mirada, confundiéndose en el contexto.

La naturaleza de la ilusión óptica  es la  confluencia de varias imágenes más o menos imposibles en una situación dada, postula estratos de imágenes propias en la imagen global de lo que se ve.

Las llamadas barajas de transformación son colecciones de cartas que ejecutan estos principios en los tipos de mazos que exponen. Una de las barajas de transformación más exquisitamente realizadas es esta, alemana, de, nada menos, 1806.

En esta baraja tréboles, ases y corazones evolucionan a través de un escenario neoclásico tipo biedermeier con un toque romántico. Francamente, me encantaría conocer quién diseñó y cómo las imágenes extraordinarias de esta baraja, porque la solución que da para filtrar y ubicar los elementos de cada carta se me antoja de un trabajo imaginativo de cálculo notable.  

Las imágenes de estas cartas no dejan de ser el producto de los adelantos que hasta el momento se habían hecho en el estudio de la óptica sumado al creciente onirismo que sobre todo, gracias al romanticismo y la literatura gótica, habían emergido a la conciencia creadora de Europa. Lo cual quiere decir que ciencia y arte siempre se han mostrado secretamente cómplices más veces de las que hemos admitido. La denominación genérica – barajas de transformación – ya es lo suficientemente ilustrativa de la manipulación que se podía realizar conscientemente en la imagen y del tipo de realidad estética que se revelaba con todo ello: una realidad en transformación, en mutación de imágenes dentro de imágenes.



Aquí vemos cómo el seis de corazones se mimetiza en la serie de variados objetos que podrían encontrarse en el laboratorio de un viejo alquimista: gorro, fuelle, garrafa, fuego, etc..


 


El ocho de ases se camufla entre los objetos que utilizan un grupo de religiosos. Los triángulos que aparecen enmarcando varios ases y el relicario podrían insinuar cierta tendencia masónica. 



El cuatro de tréboles se ve integrado en una, un tanto misteriosa, escena en la que una pareja con vestimenta talar se halla frente a una iglesia. Me hace gracia la vegetación que asoma sobre el muro, como insinuando que rodean el lugar, protegiendo el punto de encuentro de la pareja. La mujer hace un gesto con los dedos y el hombre le responde, señalando el triángulo del suelo, cuyo interior alberga un trébol. 




El diez de ases se filtra entre el enrejado de la mansión de esta encantadora imagen de una madre cuidando de sus dos hijos, ¿o es el enrejado el que se confunde con los ases? Las dos cosas son admisibles, pues la ambigüedad de la imagen lo que pretende es sorprender al presentar ambos en una sola composición. La solución del diseñador de la imagen es tan virtuosa que podemos abstraer los ases con facilidad al tiempo que invisibilizarlos como figuras de la celosía metálica entre la hiedra. 

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