La ilusión óptica es, en
definitiva, imagen estereoscópica, ya que cuando logramos aislar visualmente la
relación de objetos que se camufla en un orden aparente, aquella se percibe en
un primer plano, emerge del flujo en el que se encontraba mimetizada, lográndose
de este modo, individualizarla del resto.
La ilusión óptica lo que
pretendía era sorprender, sumir en la perplejidad a la mirada, confundiéndose
en el contexto.
La naturaleza de la ilusión
óptica es la confluencia de varias imágenes más o menos
imposibles en una situación dada, postula estratos de imágenes propias en la
imagen global de lo que se ve.
Las llamadas barajas de transformación son
colecciones de cartas que ejecutan estos principios en los tipos de mazos que
exponen. Una de las barajas de transformación más exquisitamente realizadas es
esta, alemana, de, nada menos, 1806.
En esta baraja tréboles,
ases y corazones evolucionan a través de un escenario neoclásico tipo biedermeier
con un toque romántico. Francamente, me encantaría conocer quién diseñó y cómo
las imágenes extraordinarias de esta baraja, porque la solución que da para
filtrar y ubicar los elementos de cada carta se me antoja de un trabajo
imaginativo de cálculo notable.
Las imágenes de estas
cartas no dejan de ser el producto de los adelantos que hasta el momento se
habían hecho en el estudio de la óptica sumado al creciente onirismo que sobre
todo, gracias al romanticismo y la literatura gótica, habían emergido a la
conciencia creadora de Europa. Lo cual quiere decir que ciencia y arte siempre
se han mostrado secretamente cómplices más veces de las que hemos admitido. La denominación
genérica – barajas de transformación – ya es lo suficientemente ilustrativa de
la manipulación que se podía realizar conscientemente en la imagen y del tipo
de realidad estética que se revelaba con todo ello: una realidad en transformación,
en mutación de imágenes dentro de imágenes.
Aquí vemos cómo el seis de corazones se mimetiza en la serie de variados objetos que podrían encontrarse en el laboratorio de un viejo alquimista: gorro, fuelle, garrafa, fuego, etc..
El ocho de ases se camufla entre los objetos que utilizan un grupo de religiosos. Los triángulos que aparecen enmarcando varios ases y el relicario podrían insinuar cierta tendencia masónica.
El cuatro de tréboles se ve integrado en una, un tanto misteriosa, escena en la que una pareja con vestimenta talar se halla frente a una iglesia. Me hace gracia la vegetación que asoma sobre el muro, como insinuando que rodean el lugar, protegiendo el punto de encuentro de la pareja. La mujer hace un gesto con los dedos y el hombre le responde, señalando el triángulo del suelo, cuyo interior alberga un trébol.
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