Diario
de duelo. Mary Shelley
El
diario de Mary Shelley, la creadora de Frankestein,
transcurre con notas más bien escuetas y cotidianas sobre su vida en común con
el poeta Percy Shelley: paseos, viajes, huidas de la familia y de los acreedores.
Hasta ahí, las notas poseen un relativo interés. Es a partir de la muerte del
escritor, cuando Mary se queda viuda y sola ante el mundo, cuando el texto
adquiere una altura dramática y confesional impactante. Estas vibrantes páginas
son apenas las últimas treinta de este fragmentario diario, pero son unas
páginas estremecedoras de gran lirismo y lucidez moral. La muerte de Percy
Shelley supone para la novelista la soledad sentimental y cuasi la aniquilación
espiritual. Mary Shelley reconoce lo que ha vivido con tanta intensidad junto a
su marido, y lo que le queda ahora es una densa memoria de hechos en un espacio
vital desértico ya de novedades
personales e íntimas. Apenas le resta la creatividad intelectual. Con la muerte
de Shelley, se acabaron también las aventuras que hicieron de la vida de ambos
una rareza en sus entornos familiares y les procuraron tanta felicidad. Sobre el trepidante signo dual de la empresa
de vivir y su convivencia vertiginosa con Shelley, Mary nos dice: Ser intrépido es una cualidad del diablo, la
felicidad es un atributo de los ángeles: compartimos ambas naturalezas.
André
Gide. Diarios 1887-1910
Por
fin se publican íntegros los diarios de André Gide, secuenciados en tres
volúmenes. Este es el primero de ellos, que recoge la juventud y primer período
adulto. Mucho se ha escrito y polemizado sobre la figura de Gide, sobre su
atractivo intelectual y literario así como sobre los aspectos más secretos y
morbosos de su personalidad: bisexualidad, homosexualidad, querencia manifiesta
por jóvenes y casi niños que buscaba, como hacían todos sus paisanos franceses de
la época que adolecían de la misma pasión prohibida, por determinados lugares
de Marruecos… Personalmente me interesan
los dos primeros volúmenes por los mundos literarios que atraviesan, períodos
modernistas, simbolistas, decadentes, contactando significativamente con las
primeras figuras de las letras del orbe europeo. Gide es en su juventud un
poeta vitalista que ostenta lecturas de primer orden. Se siente atravesado de
todas las imposibilidades místico-amorosas de su edad. A esa hipersensibilidad
se suma la gravedad espiritual de una educación protestante que le obliga a
sufrir todos los desasosiegos de la sensualidad en búsqueda de una definición
del alma en acorde con los modelos aprendidos. Tales modelos fluctúan en la
agitada experiencia interior de alguien que se siente poeta pero que adaptará
su inventiva a la prosa como reflejo de las nuevas realidades vividas. La edición
de estos diarios es impecable, incluso algo saturante: las notas aclaratorias
son infinitas. Ningún dato, nombre, persona o anécdota ha escapado al repaso de
los editores.
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