lunes, 1 de noviembre de 2021

Manolo Valdés y Picasso. Exposición en Las Claras.


No acabo de ver claro el tour de forcé entre la obra gráfica de Picasso y las últimas  grandes composiciones de Manolo Valdés que pretende ilustrar la exposición que podemos encontrar en Las Claras de Murcia, pero el conjunto es tan gustoso que lo de menos es averiguar estrictas narrativas más o menos afines entre ambos artistas.

Diría que de Picasso me gustan más sus dibujos que su pintura, que viene a ser, a fin de cuentas, una materialización en color de lo que el propio dibujo proyecta. Aquí en Las Claras han optado por hacer una selección de retratos y de la famosa Suite Vollard. Un motivo que me fascina en Picasso son las obras en que se representa al artista en su taller con la presencia de la modelo-musa entre doseles y cojines. El taller es el lugar básico, originario del creador, el lugar en el que a través del caos de tanteos y pinceladas, surge la obra enfrentándose a todo incidente. El toque clásico de Picasso, esos perfiles griegos, esos ojos almendrados, ese desencaje de los rostros que veo reflejado en las figuras ibéricas que adornan vasos de la época prerromana, tiene el poder de conjurar toda evocación errática de las musas y ordenar en el espacio limitado del taller el vuelo de felicidad que portará la obra. Ese es el misterio de Picasso, uno de sus misterios: cómo en unos pocos trazos tan escuetos como imantados de soberanía y belleza nos trae ante nuestros ojos la gracia selectísima del mundo clásico, cómo lo ubica desde sus confines ante nosotros en el punto privilegiado y propicio del taller imaginado. Sí, imaginado, porque en definitiva estas piezas gráficas de Picasso son obras de arte que nos hablan del arte, concitan esa paz y esa pureza libres de toda otra intromisión o referencia. Lo más estimulante en Picasso son esas escenas en que aparece tranquilamente trabajando en su taller, rodeado de pinturas, pinceles, bastidores, telas y luz entrando a raudales del bramante exterior. Picasso crea. Desde su taller es el soberano artífice. Y en sus dibujos, en sus guaches, en sus huecograbados y linóleos flota la gracia suficiente de unas líneas que nos transmiten el dominio de un  mundo harmónico pleno de historia y sublimidad mediterránea.






Las piezas de la exposición pertenecientes a Manolo Valdés, imponen por su tamaño y por la seriedad temática. Personalmente, prefiero al Manolo Valdés que formaba parte del inventivo grupo Crónica. A lo que se ha dedicado Valdés en las últimas décadas es a ofrecernos variaciones mutativas de señoras renacentistas y meninas velazqueñas. El material que emplea, esas arpilleras manchadas de una suerte de manteca beige y las contundentes piezas escultóricas, impresionan por la dimensionalidad física que alcanzan. La constitución material y el tamaño son dos aspectos que se unen en estas obras resaltando el misterio de la presencia creada por la obra artística.

De los delicados y misteriosos dibujos picassianos a los despellejados rostros superlativos de las damiselas valdesianas, hallamos el recorrido posible que dista entre el recogimiento en el taller demiúrgico del artista y la conquista franca del espacio que inventa nuevas ubicaciones de lo simbólico.

Uno, afirma la creatividad a través de motivos clásicos, el otro multiplica series de rostros y cuerpos en tonos café con leche, que son también referentes de un estilo eterno.  



2 comentarios:

Alberto dijo...

Picasso en Murcia!!!. Buena oportunidad de ver algunas obras del genio malagueño...

iguel perez gil dijo...


m
12:13 (hace 9 horas)
para mí

Tienes razón oh Pi puede que entre ambos pintores no sabremos lo que está pasando, pero ahí los tienes reunidos por la mano amorosa de las monjitas que todo lo pueden incluso con los retratos de ese monstruo terrible de las musas a las que se tiraba a todas ellas sin dejar títere con bragas

y por eso en los museos nunca hay bragas sueltas porque las musas no suelen llevarlas para sus affaires

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