miércoles, 8 de diciembre de 2021

BIFURCACIONES DE SENTIDO ÚNICO I



Descubrir lo que está descubierto ya, o, más precisamente, descubrir la realidad. Pensando en los griegos, en sus mitos y filosofía, en las esculturas del arte clásico, me fascino al considerar que todo este desfile de formas  no pertenece a una ficción o a una película: todo es real, tal cual es. No me bajo de mi asombro repentino. Es como darte cuenta del sol, de una fuente de calor y luz infinita que fulge, insólita y diariamente sobre todos nosotros. Saber, reconocer que lo real es fantástico es dar con el mayor estímulo vital e intelectual, sincronizarte con las coordenadas de las cosas que mejor pueden aproximarte a la belleza, a la intensidad inacabable, al misterio del mundo.

 

Barthes se pregunta bellamente si el amor absoluto que reclaman los amantes, ese amor que iluminando la conciencia lleva al profetismo, pudiera convertirse, a través de un lapsus de la normatividad o del intelecto,  en el porvenir humano; si, irrigados por ese amor, la conciencia se desentendiera de lo aparente, de los límites de lo visible y lo invisible y llegara a atravesar nuestro común concepto de códigos y contracódigos. Barthes no pide fantasear sobre facultades inexistentes: habla de un  crecimiento de la inteligencia en unas condiciones no extraordinarias ni absurdas. A pesar de terremotos, desgracias diversas y guerras, es el ser humano quien decide cambiar, dar un pequeño salto, abandonarse ante las convenciones o lo aconsejable.


Se trata de algo obvio pero hay que destacarlo por la renovación de la experiencia que implica: el tiempo va añadiendo sedimentos, estratos nuevos en la significación de los textos, en las obras literarias que descubrimos o leímos en la adolescencia. Antes, leía poesía buscando la fascinación visual, la sorpresa, la revelación de mundos barrocos y mágicos. Hoy es la historia de las vidas de los poetas, de las personas que se han aventurado a escribir y definir universos nuevos, lo que me impacta: cómo vivió un poeta, qué le ocurrió en el país o en los países en los que se desarrolló su existencia, cómo consiguió hacerse dueño de la metáfora, del símbolo que diferencia su obra de otras, etc.,,.

 

En 1920 la comunidad de artistas de Montmartre decide convertirse en una comuna independiente del estado, escriben un manifiesto, lo comunican a las autoridades, se fotografían en grupo para la historia y recorren juntos toda la ciudad con los uniformes de faena puestos… Me parece tan encantador como consecuente. Llegado un tiempo y a tenor de las circunstancias, casi parece lógico que artistas que viven todos en un mismo barrio y que se sienten tan desprotegidos como aunados en un mismo fin profesional y social, decidan mandar a freír espárragos a la antipática administración y hacerse políticamente autónomos. Ojalá ocurriera algo semejante por estos pagos. La fuerza de soñar no nos la va a quitar ninguna fastidiosa crisis, y eso que la auténtica crisis que nos envuelve es de carácter estético, representacional: el papel verdadero que le queda o no a las Humanidades para civilizar a este planeta.


A propósito de Humanidades: veo en el programa de Iker Jiménez que le dedican un espacio al asunto de la depresión, especialmente en la población más joven del país. Lo que advierto como un mal ya repetitivo es que, a diferencia de hace algunas décadas en que las Humanidades tenían una mayor prioridad social y educativa, el debate sobre la depresión consiste en detectar cómo la serotonina viaja o no viaja por nuestras circunvoluciones cerebrales,  si el hipocampo responde o no responde, en fin, en cómo va el asunto bioquímico de nuestro cuerpo. Es decir, los análisis actuales, fascinados con los detalles orgánicos,  se detienen en los efectos de la depresión, sin decir una sola palabra de las causas, cuando son estas lo verdaderamente importante. Con todos mis respetos, este quedarse embobado con los balances técnicos es otro episodio de la bobería que trae consigo la primacía ciega de las ciencias. Antes nos asustábamos de los términos que debíamos aprender en los análisis morfosintácticos, ahora hacemos lo mismo ante el chorreo de experimentos científicos que solo hacen confirmar lo que ya sabemos, y perdemos el motivo que nos trae a todos aquí: los problemas que impiden la comunicación de nuestra alma con el prójimo.

 

 Momentos en que lo paranormal y la mitología aproximan términos. La serie de entidades semidivinas, ninfas, nereidas, etc.., que Roger Caillois describe en su interesantísimo libro Los demonios del mediodía, acechando a viajeros o caminantes en pleno mediodía, a la luz del sol; y los avistamientos espectrales que una pareja de la Guardia Civil hace, recientemente, en el norte de España,  de una mujer mayor caminando a las tres de la mañana por el bode de la carretera bajo un aguacero monumental y que desaparece cuando los guardias, deciden socorrerla confundiéndola con una señora extraviada. Ambas cosas comparten el hecho de que es en el espacio físico y natural donde se produce el acontecimiento extraordinario, lo que cual es como decir que la realidad es la sede súbita de los encuentros imposibles, o, al menos, en una brecha de la misma. La mitología apuntando a una realidad profunda desde hace siglos; el hecho misterioso confirmando que hoy se registran apariciones desconcertantes ante testigos ideales. 


1 comentario:

Anónimo dijo...


miguel perez gil
13:44 (hace 9 horas)
para mí

Todas las cosas siguen su rumbo según cómo los acontecimientos van viniendo y claro a nadie le gusta que no vengan las cosas conforme a sus deseos y esto es un arte el de saber torear las avenidas de objetos y hechos cuyo tumulto constituye la realidad más o menos real o irreal ya que ese término no añade ni quita nada a ninguna cosa

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