martes, 3 de mayo de 2022

NOTAS



No conocía en absoluto la música de Mikel Saboa. Me ha sorprendido bastante escuchar por la radio una composición suya inspirada en el bombardeo de Guernica. La música era contundente, machacona, trágica, intensa. Si Saboa es un músico popular vasco, al estilo de lo que podría serlo, en lo suyo, un Serrat, por ejemplo, la composición a la que me refiero me ha sonado de lo más extraño y potente, como si hubiera sido compuesta por un extranjero… Percibo aquí una equivalencia lamentable– lo sorprendente de la música y no haber oído hablar de Saboa en mi vida - .  

 

 

Lo entrañable, lo delicioso de lo pobre, ese poder fascinador que tienen los lugares modestos, incluso despreciados, frente a espacios lujosos o famosos por su ostentación. Me fascina hasta el infinito el rincón más miserable del histórico Montmartre, por ejemplo,  mucho antes que cualquier palacio.


Curiosa sinestesia. Al lavarme los dientes, la crema dental Kemphor “me sabe” al olor  de cera de las velas de la procesión del Jueves santo.

 

Ponen en la radio las Danzas sagradas y profanas de Debussy, y ante mi sorpresa, no pude aguantar las lágrimas. De pronto es como si de la profundidad de la noche emergiera, resucitara un fragmento de belleza trayendo la esperanza consigo. Lo que me dice la música es que vivir en la Arcadia, en la eternidad de la felicidad, es posible. Lloro pues, de alegría, pues para retornar a la eternidad hay que sufrir o esperar otra eternidad que te hacía ver como imposible la reconciliación con la vida.

 

No acabará en mí la vida que hubo. Letras de una canción en una telenovela turca.



Nietzsche dice que el espacio y la materia son cosas subjetivas y le niega toda relatividad al tiempo, al cumplimiento del tiempo, que supone una experiencia ineludible en tanto que es en sí algo de carácter objetivo. Barthes casi le da la vuelta al asunto, al señalar el carácter subjetivo de la experiencia del tiempo tal y como indican las últimas investigaciones del filósofo Deleuze.

 

 

Gracias de la primavera. Paseando por los andenes, me doy cuenta del aspecto verdaderamente bello que presentan la serie de árboles que figuran en las aceras de la avenida Teodomiro y que ignoramos soberanamente todo el año. Han florecido voluptuosamente en ramos de flores blancas y rosas que penden de las ramas. Parecerá una tontería, pero nunca había visto ese margen largo de la calle, presentando semejantes regalos naturales.

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