lunes, 14 de noviembre de 2022

EL SUEÑO Y EL ARTE


 

Es una obviedad decir que se sueña con lo que no se posee. Ya lo dijo Freud al definir la función del sueño como expresión y satisfacción del deseo. Qué ocurriría si fuéramos capaces de imaginar la improbable vida de un sujeto tan peculiar que hubiera llegado al extremo de rechazar la vida por la entrega más mórbidamente imaginable al sueño. Ya existen personas así, toda la larga y patética retahíla de sujetos ligados fatalmente a  alguna adicción: drogas, alcohol etcétera...

Pero ¿y si como digo hubiera algún tipo que viendo imposible una relación normal con la sociedad, con el trabajo, hubiera tomado la decisión de retirarse del mundanal ruido y se hubiera refugiado, no tanto en la soledad rígida y disciplinada de un convento sino en la más pura esencia del sueño, es decir, en la poesía, en la música, en el arte,  hasta el punto de ver reducida su existencia a la presencia y experimentación placentera de estos mundos de la estética? Estaríamos hablando, entonces, de alguien próximo a la locura. Pero, ahora bien, los tiempos modernos son muy laxos con los locos, simula comprenderlos y  les ofrece la plataforma de los medios para que se expresen libremente con la intención de promover alguna suerte de terapéutica.

Los sueños y el arte ofrecen términos semejantes: la gratuidad. Un poema, hoy, no es canjeable por una suma de dinero, del mismo modo que un sueño puede hacerte volar de placer sobre continentes sin que hayas realizado ninguna operación positiva al respecto. La gratuidad de la poesía en la modernidad ha arrojado a los poetas al destierro social y profesional. Ya no pueden vivir del canto y loor de duques y cardenales. Su objetivo único se vuelve el de la belleza del mundo y de las personas a través de la experiencia propia. Esto implica darlo todo por nada a cambio. El sueño nos envuelve de parecida forma. Nos dona su potencialidad sin que nos atrevamos a descifrar su naturaleza ni sus límites.

El arte por el arte, la consigna de simbolistas y decadentes, es el mensaje secreto pero obvio de la mayoría de las propuestas artísticas. Un  poema, una película, una obra de arte plástica nos dicen la verdad del universo y ello apenas es valorable en supuestos económicos concretos. El sueño nos demuestra cada noche que pertenecemos a una memoria común y pocos filósofos se aventuran a describir con rigor tales itinerarios y relaciones.

Soñar puede quitarte o mermarte la vida. Implicarte en la misión profunda que es el arte o la escritura también propicia la proximidad de abismos y complejidades existenciales. Pero todo ello se hace al precio de darle al alma propia lo que desea y que no encontramos en las inmediaciones de la agitada y monocorde vida común.      


 

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