Me están encantando los diarios de Sylvia Plath. Hasta el
momento, como suele ocurrirme, no había leído nada de la autora, pero sí mucho
sobre ella, lo que no hacía sino aumentar mi interés por su escritura y por las
incidencias vitales que le llevaron a un punto sin salida. Temía, entre otras
cosas, que sus confesiones femeninas se convirtieran en chismorreo bien escrito
sobre problemas sentimentales o sexuales. Pero no hay nada de eso sino una
consignación precisa de estados de ánimo y descripción de ambientes y
atmósferas. Hay un surtido de imágenes en los diarios de Plath, lo que
demuestra su sensibilidad poética y un talento para ahondar en las inquietudes
o en los estados más o menos luminosos. No sobra nada en estas páginas, al
menos en las que llevo leídas que no son muchas teniendo en cuenta lo grueso
que es el volumen. Lo que resulta muy interesante es comprobar qué grado de
semejanza existe entre la vida norteamericana que va dibujando y el mundo que
el cine clásico de la época retrató. Lo sorpresivo es el paralelismo cuando no
la coincidencia entre ambas cosas: el lenguaje de los jóvenes, cómo se
relacionaban y divertían, qué intensidad vital llegaban a encarnar, las
expectativas ante la vida y ante los demás, la vida urbana, la más calmada del
campo…, tal y como lo encontramos en el cine de finales de los cincuenta que ya
anuncia paulatinamente los grandes cambios que se efectuarían en los sesenta.
Una página del diario de Plath en la que anota las conversaciones con sus
amigos o amantes recuerda perfectamente escenas de las mejores películas norteamericanas….
Lo que me lleva a pensar que ya la vida entonces de Estados Unidos presentaba motivos,
asuntos vitales e interpretaciones de los mismos muy estilizados por el
lenguaje y la moral, que no impiden, por otro lado, la sofisticación o la
autenticidad. En Semiótica, al cine estadounidense se le ha llamado Modo de
Representación Institucional por el grado de formalismo alcanzado, lo cual, a
su vez, ha convertido al cine de estas décadas en el cine clásico de toda la
vida, el cine por antonomasia. Este clasicismo ha sido fuente de conocidos
estereotipos en personajes y acciones, pero también ha sido, sobre todo, el
cine de referencia hasta hoy mismo, un cine, ciertamente, ante el cual el europeo
aparecía en contra. Lo que a mí me llama la atención es detectar, en una
sociedad de los cincuenta, todavía muy condicionada por los prejuicios burgueses,
pero feliz, en apariencia, o al menos, satisfechas de sus logros generales, un
sujeto de un psiquismo poderoso que parece contradecir ese estado de
conformismo y buena parte de los estereotipos holibudienses que señalamos. Ese
sujeto es Sylvia Plath que esconde un alma compleja y extraordinariamente
dinámica, marcada por deseos insatisfechos y un dolor que a pesar de la
inteligencia expresa, va creciendo en desesperación. Cómo retrata Plath los sábados
por la noche, con sus luces de neón, sus copas, sus bailes y sus promesas
confusas de sexo. Plath vive con intensidad resquebrajadora lo que nosotros
hemos visto tantas veces en el cine.
Me compro en la Feria del libro de Ocasión de Murcia
una antología poética de Edgar Bayley,
poeta argentino del que no tenía la menor noticia. Me dejé llevar no por una
intuición especial, ni por algún detalle que me pudiera revelar aspectos interesantes
de este autor. Simplemente pensé que si estaba antologado en las ediciones del Fondo de Cultura Económica, se trataría de un autor histórico y que ello aseguraría
una garantía de calidad. Bayley murió en 1990. La fecha me parece, a pesar de
su cercanía histórica, algo remota: nunca conoció internet, la guerra de
Ucrania… Pero confiaba en la inteligencia de un poeta y en la propia
intemporalidad de la poesía, y tras leerlo confirmé estas últimas
observaciones: a pesar de nuestra idea sucesiva y acumulativa del progreso, no
importa en qué región del tiempo hayas vivido si eres capaz de hacerte con el tesoro
del verbo y vivir la explosión simbólica. Nada más sofisticado que la malla
infinita del lenguaje, que el fulgor ordenado del concepto. También tuve otra
reflexión de orden crítico. Me hubiera gustado o no, me hubiese entusiasmado o
no la poesía de Bayley, su obra tiene un puesto en el devenir de todas las
poéticas existentes. Es decir, teniendo en cuenta que el mundo va cambiando, así
como nuestra recepción del mismo, la obra de Bayley hallaría una adecuación de
su registro en el intersticio de una época cualquiera, tarde o temprano. O
mejor: a la inversa, la palabra de la obra poética de Bayley ilustra una
sensibilidad y una utilización determinada del lenguaje. Esta práctica es la que
identifica en su intimidad trascendente el sentir de una época. Por ello, al
haber comprado el libro sin conocer la poesía de Edgar Bayley, he terminado por
acertar porque he dado con una versión legítima de mundo que se crea y emerge
gracias la propia palabra de dicha poesía. Esta, la poesía, ¿es causa o
consecuencia de los cambios sociales y mentales? Aunque pueda resultar algo
mistificador, creo que la respuesta profunda a este interrogante es una secreta
convergencia de ambas cosas. Ya se atrevió a decir Hörderlin que lo que
acontece lo fundan los poetas. Destrenzar, descifrar esto es la misión que
todavía nos toca atender a pesar de todos los desánimos y desesperanzas
sembrados por el camino.
Leyendo con delectación y sorpresa a Baltasar Gracián. Tengo una edición del famoso Oráculo Manual: El arte de la prudencia, del Círculo de lectores. Agudeza e ingenio, como se decía del espíritu de la época. Y desde luego que sí. A mí, que tanto me han gustado otras literaturas y otros usos lingüísticos como el racionalismo francés, por ejemplo, admito que en la llaneza del estilo conceptual de Gracián no sobra ni falta una coma. De estos párrafos pueden extraerse montones de aforismos brillantes y de un acierto notable y revelador. Como siempre, importa más cómo se dice una cosa que lo que, en cuestión, se dice, porque la forma afecta al contenido. El barroquismo de Gracián es el de urdir, o mejor, definir una estrategia para saber ubicarte vitalmente frente a los otros, ubicación que es también social y política. Esta estrategia tiene en cuenta los más imperceptibles detalles en la relación con el prójimo y también puede servir de guía psicológica para el autoexamen y desarrollo óptimo en la convivencia. Como sucede leyendo a los clásicos, siempre encontramos definiciones, giros que nos impactan, que alumbran una parte incógnita tanto de nosotros mismos como de la vida. Escribe curiosamente Gracián: la esperanza cortés tiene buena memoria, recordando las virtudes del buen ánimo, hasta dónde uno puede ser agradecido con los demás Como siempre me sucede cuando me aproximo a nuestros clásicos del Siglo de Oro, me topo con un idioma, el castellano, que en aquel momento histórico se convirtió en lenguaje de autoridad y me enorgullezco de tener una relación más que de contigüidad con tal expresividad y juicio.
1 comentario:
En cuanto al poeta argentino, que también, como tú, desconocía hasta la fecha: echo de menos una muestra de su arte.Sería de agradecer que transcribieras algún poema para no dejarnos in albis, en realidad. De todos modos, lo buscaré en la red..
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