jueves, 9 de marzo de 2023

PULULANTE PALABRA DEL LOGOS DICHOSO





Antes, cuando publicábamos la revista Empireuma, el comentario de libros suponía participar de cierto entusiasmo, el que te procuraba la pura efectuación comunicativa de lo publicado, es decir, el de ser consciente de las novedades y por tanto del conocimiento de estilos, autorías y tendencias existentes en el orbe literario. Ciertamente, dar testimonio crítico de lo que se produce en este ámbito viene a significar que se participa relativamente de la historia.

Ahora, más recogido y más cómodamente, desde el espacio virtual del blog, comento con gusto los libros que voy comprando no precisamente novedades editoriales, o los que me encuentro por casa y releo. De este modo, sin priorizar lo que sale en el mercado, me sumerjo con cierta melancolía en la pureza de la literatura y de lo que supone, a fin de cuentas, la labor de la lectura.

En mi caso es muy significativo que prefiera géneros distanciados de la estricta ficción, es decir, diarios,  memorias, poesía, ensayo, libros de viaje.

Podría decir que, sin dejar de interesarme lo que en el ámbito novelístico o narrativo se publica, tal interés no es tan sustancial como para determinarme a comprar libros de ese tipo.

Los géneros que he citado, recogen tal densidad de contenidos que esa característica se corresponde con la veracidad que también ostentan: es decir, son expresiones de literatura pura y directa, no inventan historias, habían de las incidencias de un alma pensante - diarios íntimos -  de las aventuras experimentadas atravesando fronteras terrestres - libros de viajes -   o nos comunican las metamorfosis del tiempo y de los sujetos a través de la suntuosa relación de símbolos y metáforas - poesía -.

Me he visto obligado  a escribir esta introducción  para justificar el comentario más o menos distraído, como más o menos fascinado del placer que encuentro de nuevo hoy leyendo textos de Mallarmé que no conocía.

Y confieso, no sé si auto lanzándome un reproche de secreta índole, que temo que alguien pueda interpelarme diciendo: Mallarmé, a estas alturas, como si quisiera descubrir el Mediterráneo.

Sí, lo sé: en qué consisten el estilo, la poética, la obra, en definitiva,  de Mallarmé es algo de sobra conocido y estudiado.  Existe una pululante bibliografía al respecto.

Cierto es también que el que conozcamos de sobra a un autor, en este caso a Mallarmé, no significa que el placer o la sorpresa estén por completo ausentes de una nueva lectura quizá más juiciosa que décadas antes, cuando casi lo acabábamos de leer, que no descubrir.

Curiosamente siempre me ha interesado, casi fascinado más la prosa de los poetas que sus propios poemas, quizá porque obligados a pisar tierra, descendidos de las etereidades del verso, se ven obligados a justificar poéticamente su postura ante las linealidades de la prosa, a desplegar un argumento metafórico para exponer la sucesión de causalidades en que se ven envueltos en su nueva experiencia.

El poeta desde la prosa vuelve a enriquecer el mundo, pues aplica su poética, su modo poético de ver el conjunto de las cosas y sucesos que nos envuelven, sublimando las inercias del mero informe o la escuetez semántica de la noticia.

El hecho visionado-interpretado por el poeta lanza y hace penetrar esa incidencia en la urdimbre de un acontecer, en el que quedan registrados los detalles conexos en su  producción momentánea, es decir: el poeta describe el dibujo de la vida al comunicarnos su descripción de cualquier cosa, nos relata el confín preciso en el que se pierden o del que proceden los hechos que al relacionarse de tal modo sucesivo y convergente, señalan el movimiento mismo de la vida y sus consecuencias.

La razón del poeta, expuesta en la prosa no es la lógica sino la perteneciente a la analogía y tal raíz supone el conocimiento por semejanza de los hechos así como la ubicación espacio-temporal de esos hechos u objetos en deslindamiento continuo de sí.

La naturaleza que abre la razón del poeta en la prosa es la frondosidad de las relaciones significativas y la de su lúdico  despliegue  en la realidad, una realidad que definida de ese modo, nos descubre su estrategia camaleónica y multidireccional.

Si la historia es una figura literaria, tal  como sugiere Octavio Paz, la realidad que nos cerca o que encarnamos sin que aquí el entusiasmo determine nada, es un escenario de visibilizaciones e invisibilizaciones, de súbitas sustituciones, de alusiones veladas y de evidencias fugitivas.

El universo de los detalles en interacción con el propio lenguaje que intenta describirlo define el verbo de Mallarmé, un verbo que dice en el instante en que se forma, una nominación que se diluye en el momento de articularse bajo un haz de irisaciones, una palabra que se lamina en palabras y que como satélites de un sujeto en fibrosa dispersión, gravitan sobre el eje múltiple y giratorio del tal sujeto fascinado, generando un orbe cuasi infinitesimal de asignaciones, de hechos.

La oración de Mallarmé no la dicta la razón del juicio sino el movimiento físico de los elementos que refiere. El verbo mallarmeano es un diseño, una consecuencia sintagmática de la relación física de hechos que pretende ilustrar, definir, describir.

Surcar un texto en prosa de Mallarmé es atravesar una frondosidad vegetal animada por el viento prismático de los matices, dando cuenta del polen espolvoreado en distintas vetas de la umbría por la acción concreta y secretamente caótica de la acción misma de atravesar tal espacio.

Con Mallarmé la totalidad fenoménica de la inmanencia se convierte en un abanico de sutilezas: la instantaneidad es una ingrávida urdimbre de nexos y arabescos.

La abstracción más densa por la inmediatez descrita de la multiplicidad junto al relato súbitamente preciso de los distintos movimientos y texturas del conjunto semántico que se pretende exponer, componen la estrategia de la escritura de poeta, que queriendo ser minucioso en el registro de la temporalidad, amasa un conjunto descoyuntado de detalles informando la totalidad del texto o poema.

Es evidente que disfruto con la descripción del estilo del maestro simbolista. Leerlo es asistir a un oficio sacerdotal preciso e insólito.

Que sirvan estas palabras como modesta e internáutica introducción  a este estupendo volumen publicado notablemente por Alfaguara hace unos cuantos años.

  

   

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