Antes,
cuando publicábamos la revista Empireuma, el comentario de libros
suponía participar de cierto entusiasmo, el que te procuraba la pura
efectuación comunicativa de lo publicado, es decir, el de ser consciente de las
novedades y por tanto del conocimiento de estilos, autorías y tendencias existentes
en el orbe literario. Ciertamente, dar testimonio crítico de lo que se produce
en este ámbito viene a significar que se participa relativamente de la
historia.
Ahora,
más recogido y más cómodamente, desde el espacio virtual del blog, comento con gusto
los libros que voy comprando no precisamente novedades editoriales, o los que
me encuentro por casa y releo. De este modo, sin priorizar lo que sale en el
mercado, me sumerjo con cierta melancolía en la pureza de la literatura y de lo
que supone, a fin de cuentas, la labor de la lectura.
En
mi caso es muy significativo que prefiera géneros distanciados de la estricta
ficción, es decir, diarios, memorias, poesía,
ensayo, libros de viaje.
Podría
decir que, sin dejar de interesarme lo que en el ámbito novelístico o narrativo
se publica, tal interés no es tan sustancial como para determinarme a comprar
libros de ese tipo.
Los
géneros que he citado, recogen tal densidad de contenidos que esa característica
se corresponde con la veracidad que también ostentan: es decir, son expresiones
de literatura pura y directa, no inventan historias, habían de las incidencias
de un alma pensante - diarios íntimos -
de las aventuras experimentadas atravesando fronteras terrestres -
libros de viajes - o nos comunican las
metamorfosis del tiempo y de los sujetos a través de la suntuosa relación de
símbolos y metáforas - poesía -.
Me
he visto obligado a escribir esta
introducción para justificar el
comentario más o menos distraído, como más o menos fascinado del placer que
encuentro de nuevo hoy leyendo textos de Mallarmé que no conocía.
Y
confieso, no sé si auto lanzándome un reproche de secreta índole, que temo que
alguien pueda interpelarme diciendo: Mallarmé,
a estas alturas, como si quisiera descubrir el Mediterráneo.
Sí,
lo sé: en qué consisten el estilo, la poética, la obra, en definitiva, de Mallarmé es algo de sobra conocido y
estudiado. Existe una pululante
bibliografía al respecto.
Cierto
es también que el que conozcamos de sobra a un autor, en este caso a Mallarmé,
no significa que el placer o la sorpresa estén por completo ausentes de una
nueva lectura quizá más juiciosa que décadas antes, cuando casi lo acabábamos
de leer, que no descubrir.
Curiosamente
siempre me ha interesado, casi fascinado más la prosa de los poetas que sus
propios poemas, quizá porque obligados a pisar tierra, descendidos de las
etereidades del verso, se ven obligados a justificar poéticamente su postura
ante las linealidades de la prosa, a desplegar un argumento metafórico para
exponer la sucesión de causalidades en que se ven envueltos en su nueva
experiencia.
El
poeta desde la prosa vuelve a enriquecer el mundo, pues aplica su poética, su
modo poético de ver el conjunto de las cosas y sucesos que nos envuelven,
sublimando las inercias del mero informe o la escuetez semántica de la noticia.
El
hecho visionado-interpretado por el poeta lanza y hace penetrar esa incidencia
en la urdimbre de un acontecer, en el que quedan registrados los detalles
conexos en su producción momentánea, es
decir: el poeta describe el dibujo de la vida al comunicarnos su descripción de
cualquier cosa, nos relata el confín preciso en el que se pierden o del que
proceden los hechos que al relacionarse de tal modo sucesivo y convergente,
señalan el movimiento mismo de la vida y sus consecuencias.
La
razón del poeta, expuesta en la prosa no es la lógica sino la perteneciente a
la analogía y tal raíz supone el conocimiento por semejanza de los hechos así
como la ubicación espacio-temporal de esos hechos u objetos en deslindamiento continuo
de sí.
La
naturaleza que abre la razón del poeta en la prosa es la frondosidad de las
relaciones significativas y la de su lúdico despliegue
en la realidad, una realidad que definida de ese modo, nos descubre su
estrategia camaleónica y multidireccional.
Si
la historia es una figura literaria, tal
como sugiere Octavio Paz, la
realidad que nos cerca o que encarnamos sin que aquí el entusiasmo determine
nada, es un escenario de visibilizaciones e invisibilizaciones, de súbitas
sustituciones, de alusiones veladas y de evidencias fugitivas.
El
universo de los detalles en interacción con el propio lenguaje que intenta
describirlo define el verbo de Mallarmé, un verbo que dice en el instante en
que se forma, una nominación que se diluye en el momento de articularse bajo un
haz de irisaciones, una palabra que se lamina en palabras y que como satélites
de un sujeto en fibrosa dispersión, gravitan sobre el eje múltiple y giratorio
del tal sujeto fascinado, generando un orbe cuasi infinitesimal de
asignaciones, de hechos.
La
oración de Mallarmé no la dicta la razón del juicio sino el movimiento físico
de los elementos que refiere. El verbo mallarmeano es un diseño, una
consecuencia sintagmática de la relación física de hechos que pretende ilustrar,
definir, describir.
Surcar
un texto en prosa de Mallarmé es atravesar una frondosidad vegetal animada por
el viento prismático de los matices, dando cuenta del polen espolvoreado en
distintas vetas de la umbría por la acción concreta y secretamente caótica de
la acción misma de atravesar tal espacio.
Con
Mallarmé la totalidad fenoménica de la inmanencia se convierte en un abanico de
sutilezas: la instantaneidad es una ingrávida urdimbre de nexos y arabescos.
La
abstracción más densa por la inmediatez descrita de la multiplicidad junto al
relato súbitamente preciso de los distintos movimientos y texturas del conjunto
semántico que se pretende exponer, componen la estrategia de la escritura de
poeta, que queriendo ser minucioso en el registro de la temporalidad, amasa un
conjunto descoyuntado de detalles informando la totalidad del texto o poema.
Es
evidente que disfruto con la descripción del estilo del maestro simbolista.
Leerlo es asistir a un oficio sacerdotal preciso e insólito.
Que
sirvan estas palabras como modesta e internáutica introducción a este estupendo volumen publicado
notablemente por Alfaguara hace unos
cuantos años.
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