miércoles, 22 de marzo de 2023

LOS OVNIS DEL DESIERTO



Deseamos con ardor, con impetuosidad construir historias, edificar leyendas allí donde apenas un par de datos aparentan relacionarse con cierta lógica. Ello basta como pretexto para que la imaginación satisfaga su cuota de delirio cuando pone su atención en algún punto o episodio de la realidad.

No conocía la historia del cantautor norteamericano Jim Sullyvan. Fue un compositor de canciones pop con aire country a lo Bob Dylan que no terminó de alcanzar el éxito que deseaba alcanzar. Realiza un viaje prometedor para establecer contractos comerciales  y dar un concierto y la noche antes a tal concierto, se compra una botella de vodka, se interna en el desierto y desaparece para siempre. Su cuerpo jamás se encontró. Esto ocurría en 1975 y los fans póstumos del cantante así como los seguidores de misterios y chifladuras varias, intentaban dar una explicación a tal desaparición, aludiendo a la hipotética querencia por los extraterrestres del desaparecido ya que había compuesto una encantadora canción titulada, precisamente, UFO, es decir, OVNI.

Apenas conocida la historia, pude acceder al famoso tema y al escucharlo, algo en la mente, en la memoria, en alguna fibra antigua del alma se me estremeció de melancolías y fascinaciones. Se trata de un tema cuyo objetivo valor estético quizá o yo no pueda valorar en frío o resulte que es lo de menos con respecto a lo que psíquicamente me afecta. Al escuchar el tema me remonté a la adolescencia, a los años de eclosión sulfúrea del descubrimiento y la pasión erótica mezclada con todo tipo de impotencias personales y encantamientos melancólicos: la revelación de los tesoros ocultos del mundo de los adultos, de lo que el mundo me iba a ofrecer por alcanzar esa edad, de las aventuras posibles, de la enorme libertad, de la vida de las grandes ciudades en las que nunca habitaría.

Escuchando la música me desplacé con arrobo a toda esta serie de ensoñaciones que explotaron en una época concreta, en aquellos rumorosos, jugosos, imposibles años setenta. Recuerdo que con 14 años pensaba que mi destino era el de imitar a Bob Dylan y que con una guitarra o con otro tipo de instrumento, mi destino era el de errar por campos y ciudades del mundo, a la mágica aventura. Entonces, me puse  a estudiar solfeo, mi pasión era la música, pero no logré avanzar mucho.

Lo que me produce dudas es si esta canción de Sullyvan provoca fantasías semejantes en alguien más o menos de mi edad.

Pero lo que más misterioso me resulta, lo que se suma a la fascinación de la memoria, no es solo la vinculación de esta música a la propia biografía psíquica de uno, de la mía, sino el destino enigmático de su autor.

 Al consultar fotografías y videos de Sullivan en la red he experimentado cierto alivio: no desapareció del todo, no se extinguió absolutamente en la noche del desierto: podemos verlo en videos moviéndose y tocando la guitarra, comprobando cómo vivía, más o menos, su vida de juglar errante.

Si prescindimos de los efectos que surte en mi persona la canción por causa de la pura cronología, alejándonos de tal implicación subjetiva, nos podría competer analizar más directamente lo que su evento estético significa, qué sensaciones o emotividades produce objetivamente. Pero mucho me temo que las magias de la libertad de la vida en carreteras y la sentimentalidad del momento, todo ello reflejo de un  período muy preciso y productivo de la historia reciente norteamericana, harían resucitar mundos no diferentes a los que pueblan mis fantasías.

La canción evoca con magia y ternura lo que, en buena parte, fueron los sesenta y primeros setenta en Estados Unidos. Un poema, una canción, en tanto que evocan unas experiencias, unos personajes o unos lugares, lo que nos están diciendo es que ya han sido consumados en su significar. Andamos de fantasmidades en fantasmidades y como carambola tautológica final, nos enteramos de la desaparición física y fulminante del autor de nuestra canción en cuestión, quien, al son de imaginaciones extraplanetarias, llamando a lo otro, se internó para siempre en ese laberinto (Borges) que es el desierto..      

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