La primera biblioteca
del mundo, según Plinio El Viejo, edificada en Roma,
fue el producto de un botín de guerra. Intento no juzgar el hecho desde la
ética, sino buscar otras significaciones que expliquen el bien cultural que es
una biblioteca. Y me viene a la cabeza la cita de Heráclito, la guerra es el padre de todas las cosas, es decir, todo lo
que signifique movimiento, conflicto, agitación tiene como consecuencia
insólitas transformaciones del mundo que de otro modo, permanecería estático.
Pero, claro, semejante idea es aplicable a la antigüedad. Hoy no nos hace falta
asaltar países para ir haciendo una cundida biblioteca.
Siempre he visto a Borges y a Lezama Lima como las dos caras opuestas pero complementarias del dios Jano. Una cara, Borges, encarnando la voz de los clásicos; la otra, Lezama, representando la turbamulta del verbo barroco y de los mundos posibles de lo poético.
Leyendo Las
moradas de Santa Teresa. Qué
efecto casi mágico, entrañable, legendario provoca este epígrafe. Hoy que ya no
se dice ni habitar, ni morar, sino sólo el mero y literal vivir. La calidad en
el vivir nos llevaría a consideraciones exquisitas. Morar se nos antoja demasiado lejano y etéreo, aunque yo percibo
una suerte de numinosidad en ese frecuentar un lugar, en casi encarnarlo por la
total integración con el espacio. ¿se puede morar en un pueblo, en una ciudad o
sólo puede hacerlo ese espíritu que evolucione por sutiles confines? Habitar
suena contundente, vinculado a una residencia, a una casa o mansión o pueblo
concretos. Se supone el placer y el asueto en el habitar, pero parece sólo
referirse a la ubicación de alguien en un espacio perfectamente delimitado, con
todas las determinaciones psíquicas que ello conlleva. Vivir suena a
sobrevivir. Alude al mero resistir en el mundo biológico, al conjunto de circunstancias
económicas y sociales que tenemos que afrontar y soportar para ir tirando. Por
lo tanto: moran las almas. Habitan los cuerpos más o menos soberanos. Viven los
que sobreviven.
Cuando Santa Teresa habla de los deleites del alma experimento una
suerte de liberación sorpresiva frente a la opacidad normativa del discurso ascético.
Es como si al intentar someternos a cierta disciplina nos esperase como
compensación mal imaginada el placer íntimo de la libertad y del bienestar
moral que dan las cosas bien realizadas en harmonía con el mundo y con las
personas. Esos deleites tienen que ser tal cual, es decir, deleites, no
recompensas más o menos remotas y previsibles.
Pensando en las razones
literarias, sociales, de mentalidad que pudieron producirse en la época de
nuestro Siglo de Oro y que
propiciaron la aparición de nuestros místicos, me pregunto. ¿Y hoy, dónde está
la mística y quiénes son los místicos? ¿Es hoy la mística una mera referencia
histórica en la historia de los estilos literarios? ¿Son los poetas los últimos
místicos camuflados bajo una apariencia profana? ¿Es la mística sólo una práctica
de escritura o puedo localizarla en las actitudes de caridad y ayuda al prójimo?
¿Cuál es la función secreta de las órdenes religiosas de clausura, está la
iglesia más presente en las formas artísticas que en escenificaciones oficiales? ¿Se pueden rastrear intenciones místicas
en las redes sociales?
La escritora, filosofa,
ensayista y psicoanalista Julia Kristeva afirmó que llevaba más
de veinte años entrando y saliendo de la obra mística de Santa Teresa sin acabar
de descifrar su misterio. Es decir, que no cesaba de encontrar razones
interesantes que estudiar y considerar en la lectura de las obras de la santa.
Cuando leí la notica experimenté alegría y fascinación: alegría porque una
autora literaria de mi país recibiera una valoración tan alta y compleja
proveniente de una intelectual seglar de primera fila; fascinación porque a
ojos de una extranjera, una escritora española se revista de lecturas nuevas
que faltan en los ensayistas y estudiosos de su propio país. Como siempre, la imaginación
hermenéutica puebla de nuevos horizontes nuestro mundo cultural cuyo estado
algunos listillos juzgan en decadencia…
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