Algo ha ocurrido, algo ha cambiado. Pero necesito decirlo para creerlo, para confirmarlo, para hacérmelo inteligible, sobre todo si el cambio, aunque manifiesto, es sutil.
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Sí es posible una historia de los espíritus, de los ánimos, de los temperamentos como marcadores graduales de la excelencia o de la degradación en el trato de las personas. Llama la atención, por ejemplo, los retratos que nos han dejado escritos los que conocieron a Lorca o a Miguel Hernández. No hablan tanto de agudezas intelectuales o de fastos verbales como del humor, del brío, del fulgor vital que comunicaban. Percibo aquí una notable ausencia con respecto a la actualidad. Hoy los poetas se han convertido en seres casi anónimos, en tímidos personajes escondidos tras la escritura, en portadores secretos, demasiado secretos, de espiritualidad. ¿Dónde ha ido a parar la elocuencia, la franqueza que la asunción de la luz daba a los poetas?
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Frases automáticas:
La antojadiza sirena de los pleonasmos
La variedad barbitúrica de los espejos
Prismas desoídos
El espeso vino de los acantilados
No cerrar la persiana en libre
Roja servidumbre para nada interpuesta
Sistema de sexos que se deroga en cálices
Se someten las huellas al radioescucha más prolongado
Viejo pelágico de cintas
Etcétera, etcétera...
Barthes denuncia el carácter estereotipado del automatismo. Piensa que es imposible escribir sin un imaginario, es decir, confiar la escritura a una pureza sin nombre, al primitivismo. Precisamente, esto es lo que más le molesta del principio de la escritura surrealista, su remitencia, en definitiva, a la naturaleza (lógico pues son los románticos modernos, en este sentido), pero destaca que la amistad entre los surrealistas actuó como una fuerza contextual, es decir, que los textos podían ser hechos indistinta y brillantemente por cualquiera de los que participase en la aventura.
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Mientras no se establezca una metodología específica, se ubiquen y diferencien los distintos apartados temáticos y se disponga de una interdisciplinariedad humanístico-científica, los fenómenos paranormales serán sólo literatura, crónica alucinatoria de sucesos increíbles y estarán sometidos al vaivén exasperante de la ambigüedad interpretativa. No podremos rebasar su representación espectacular, ir más allá del fenómeno a través del fenómeno. Es posible que todos estos pasos implicarán restarle ese encanto de lo misterioso, pero mientras tanto, quizá nuestra imagen del mundo haya cambiado.
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La reversibilidad de lo que uno afirma, de lo que uno escribe, de lo que uno piensa, la reversibilidad de casi todo. Basta trazar una frase para que justo lo contrario asome como posibilidad legítima en el ruedo de las proposiciones.Quizá sea por haber llegado al meridiano de la existencia, al eje de la vida- 45 años- donde pueden convivir el deseo renovado de ser barroco y gustar de lo barroco junto a la necesidad de serenar y conjuntar las energías bajo las eficacias de la forma.
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Tengo la tele puesta con el volumen apagado. Están emitiendo un debate político. Mientras, leo en Barthes la descripción de la figura de lo que él denomina "autonimia": camarero que es servido por otro camarero, cineasta que acude al cine a ver películas, escritor que lee libros.
Tras leer los ejemplos que da, le doy volumen al televisor. Un invitado dice justo en ese momento: " A Rajoy, sus oponentes le van a hacer ahora lo mismo que él les hizo entonces".
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