Este verano adquirí Dietario Voluble, de Enrique Vila-Matas en el FNAC de Alicante. Me cuesta leer ficción. Compré el libro precisamente porque no era una novela sino un diario personal y quería leer algo de un autor español actual. Estaba un poco harto de tanto francés decimonónico.
Los recovecos de lo anecdótico cuando son inventados me resultan costosos de seguir. Prefiero el territorio más seguro y compacto del ensayo o de la poesía. Y la escritura de un diario se aproxima a la poesía, precisamente, por su interés en lo diverso, en lo poético, en ese irisamiento de las cosas que la cotidianidad vela al tiempo que muestra.
Un diario es como el cajón de sastre de la mente, el texto continuo y heterogéneo que van tejiendo las cuitas y hallazgos del yo.
El redundante epígrafe del volumen de Vila-Matas, no deja de hacer alusión a esa ausencia de guión narrativo, a esa multiplicidad direccional de la escritura cuya única misión es reproducir el (voluble) itinerario de impresiones y observaciones. Porque un diario es fundamentalmente eso, una antología de itinerarios. El itinerario que el tiempo va trazando en nuestro interior confirmando o diluyendo expectativas, el itinerario de las metamorfosis que experimentan nuestros sentimienmtos, los itinerarios físicos, que también son metafóricos, en los que nos abandonamos al azar,- la famosa deriva surrealista -, es decir, perderse en capitales extranjeras, vagar por la ciudad en que se vive comprobando cómo va cambiando su geografía urbana y social.
De todo esto trata el libreo de Vila-Matas. Metaliteratura estableciendo conexiones con la vida, el escritor convertido en silencioso pasajero, escrutador del mundo que le rodea y de su propia memoria. Voluble es la escritura de un diario, como lo es la materia que motiva esa escritura.
Me ha resultado curioso comprobar, leyendo el libro, la cantidad de coincidencias, de conexiones sorpresivas que uno descubre si sabe "leer" la realidad, y que, en algunas ocasiones, adquieren la apariencia de lo que los surrealistas llamaban "azar objetivo". Vila-Matas cita, por ejemplo, cómo la imagen de una postal comprada en Lisboa, se le aparece repetidamente en distintos lugares y circunstancias a lo largo de su vida. Fue Deleuze, me parece, quien en algún sitio de sus Mil Mesetas, restaba importancia a esta suerte de "leitmotiv"; pero la insistencia de tales leitmotiv no deja de resultar misteriosa. Con respecto a la imagen de la postal, los sentimientos de Vila-Matas son turbadores: percibe esa imagen - una casa antigua, palmeras y un faro -, vinculada a una vida anterior. Ya hemos dicho que la escritura de un diario es heterogénea: lo insólito es una parte más del registro de este tipo de escritura fluyente y sin prejuicios.
En la página 240 Vila-Matas escribe: lo que puede pensarse tiene que ser sin duda una ficción. Y más adelante, en la 274, en la penúltima página del libro: todo lo que las personas han pensado alguna vez es la rigurosa verdad.
Dos enjundiosas anotaciones que no se contradicen, ya que ambas son ciertas y se refieren a cosas distintas. La primera alude a la estructura de toda ficción: su ámbito original es el de la ideación. Esa ficción quizá pueda ser soberbia, pero su límite obvio es ése: no tener más realidad que la de ser ficción.
La segunda alude, creo yo, al carácter increíble de lo que las personas sospechan o piensan que les ha sucedido. La vida está a veces tan sorpresivamente tramada, que no se distingue de la ficción. En algún momento, hemos pensado en el desenvolvimiento de nuestras vidas y en ese instante hemos visto "la verdad" de nuestra existencia, como captada repentinamente a través de un aleph borgiano.
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