martes, 31 de marzo de 2009

¿QUÉ PREMIAN LOS PREMIOS DE POESÍA?


Escuchando, de la voz de los propios miembros del jurado, las razones por las que se ha concedido al poemario elegido, el último Premio de Poesía Miguel Hernández - cohesión temática, buen control métrico de los versos, incontestable viaje literario a la memoria del autor - no pude reprimir cierto hastío. Qué escueteces, qué formalidades, a fin de cuentas. La poesía ha dejado de ser algo numinoso, se ha convertido en una redacción como las que nos mandaban hacer en el colegio, y los poetas se limitan a ser unos pulcros ejecutivos del verso.

Para ganar un premio, parece que la poesía , la expresión más sublime, pero también la más salvaje y soberana, deba ahormarse a ciertos cánones concurseros, a ciertos formalismos sublimadores, buscar cierta complicidad con el jurado: esos cándidos viajes a la memoria, las dosificadas referencias culturalistas u homosexuales, la templanza en las imágenes, etcétera.

Con razón poetas como Antonio Gracia o Ramón Bascuñana, han ganado últimamente un premio tras otro: haciendo una poesía digerible, equilibrada, "premiable", como confesó el propio Antonio Gracia. Ante el fin de la poesía del silencio, del hermetismo, la bohemia y la paulatina dispersión de la poesía de la experiencia, llegó la hora de la poesía dietética....

Ya sé que cuestionar las limitaciones críticas de la valoración académica implica el viejo debate entre romanticismo y clasicismo, vida y teoría.

Lo que yo planteo es dónde queda la experiencia poética ante todos estos camuflados corsés y adaptamientos. No creo que se trate de una cuestión maniquea. Recordemos la frase de Lezama Lima: "La poesía no resiste la escritura", afirmación que un Agustín García Calvo ha ratificado ampliamente en sus escritos filosóficos. Y que no se me diga que en un texto impecable hay tanta vida y pasión como en otro aparentemente más caótico o disperso. Soy tan amante de Borges como de Breton, de Bach y Hindemith como de James Brown.

Todavía me sigue sorprendiendo el que un poemario, arriesgado y con tan pocas concesiones, como fue La balsa de la Medusa, de Noni Benegas, recibiera el Premio Miguel Hernández. Pero, claro, eso fue en 1987. Todavía eran posibles los experimentalismos postmodernos, el cosmopolitismo de las poéticas abiertas. Hoy, casi parece que la poesía, lamentablemente, también tenga que adaptarse a lo políticamente correcto.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece muy bien lo que dices. La poesía, precisamente, debe ser arriesgada, osada, innovadora... Debe estar dictada por los principios del alma y las vísceras, estar escrita a sangre y fuego, y no sometida a la tiranía de los postulados mercantilistas y normativos de una sociedad de conveniencia. Hay que preservar la pureza y la autenticidad de la sublimación del arte. Escribir en verso no merece menos.
Un saludo de un poeta que se siente a gusto escribiendo poesía desde adentro.
Fernando Alonso y Frías

Anónimo dijo...

Finalmente, conseguí lo que estaba buscando! Sin duda disfrutando cada pedacito de ella. Me alegro de haber tropezado con este artículo! sonrisa Yo los he salvado de ver cosas nuevas lo que escribes.

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