lunes, 2 de abril de 2012

O SEA QUE...





El sonido de un vaso de cristal que se nos resbala, estrellándose contra el suelo, es prácticamente el mismo que el que produciría otro vaso cayendo al suelo en la sala de un castillo hace 300 años. He aquí un experimento simple para franquear el tiempo.

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¿La nadería - budista, zen -  del yo? De acuerdo. Pero quien escribe mi poema no es el vecino del cuarto, precisamente.

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El frío no tiene frío


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Autores que al releerlos continúan sorprendiendo.


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La vergüenza de no estar a la altura de lo que uno escribe.


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Observo la mesa que está frente a mí. Constato la geometría perfecta de sus lados y de su superficie. Me pregunto cómo la han fabricado tan perfectamente recta. Me contesto que con una máquina. Y me pregunto, a la vez, cómo han fabricado esa máquina que fabrica máquinas perfectas, y me respondo que con otra máquina. Y entonces me pregunto de nuevo: cómo han fabricado esa máquina que hace otras máquinas que fabrican máquinas capaces de hacer mesas perfectas, y así hasta el infinito..



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Qué alegría cuando tras una larga temporada de abstinencia, visito una librería. Recibo un baño de beatitud e inteligencia, observando la cantidad de libros nuevos, las novedades de las últimas editoriales que han aparecido y luchan por persistir, por continuar en el mercado  - Periferia, Barataria, El Nadir - ...  Sólo visitando las librerías constato la cantidad de gente inteligente que hay por ahí trabajando para ofrecer nuevas entregas de un mundo tan específico, sólo visitando las librerías me entero de los libros que aparecen y que no reseña prensa ninguna, sólo visitando las librerías se da uno cuenta de la realidad de los mundos posibles y que esta realidad es una riqueza no calculable.


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Acaban de inaugurar en Belfast un museo sobre el Titanic, que era lo último que faltaba tras el  rosario de películas, libros y leyendas. Qué manía por crear mitos, sobre todo en el área anglosajona, a partir de eventos casi actuales o contemporáneos. Está claro que el hundimiemto de aquel mastodonte es una fábula con una moraleja final: el castigo que el hombre puede recibir si reta a las fuerzas de la naturaleza o a Dios mismo.  Pero ¿qué se supone que debo experimentar visitando el museo? Vargas Llosa acaba de escribir un libro que publicará Alfaguara, denunciando lo que él llama la civilización del espectáculo. Lo mítico y lo espectacular tienen puntos en común. Transcribo una cita de Barthes que confirma la voracidad del mito (y, dicho sea de paso,  cómo esta sociedad permite tal expansión con gesto bobalicón y fascinado): Cuando el sentido está demasiado lleno para que el mito pueda invadirlo, lo rodea,lo roba en su totalidad. Es lo que le pasa al lenguaje matemático. En sí, es un lenguaje indeformable, que ha tomado todas las precauciones posibles contra la interpretración: ninguna significación parásita puede insinuarse en él. Precisamente por eso, el mito va a apoderarse en bloque de él; tomará una determinada fórmula matemática  (E= mc2) y hará de este sentido inalterable el significante puro de la matematicidad.   

1 comentario:

José Antonio Fernández dijo...

Buenas microfibras. O sea que...aquí queda dicho.

  OBSERVATIONS   Estoy leyendo la obra poética de Dino Campana en la edición reciente de Visor . Recuerdo haber comprado sus famosos Ca...