martes, 25 de diciembre de 2012

LEDO IVO

 
 
 
 

El tiempo parece una cinta transportadora por la que van apareciendo y desapareciendo personajes continuamente. Este domingo pasado fallecía en la ciudad de Sevilla el poeta Ledo Ivo. Escuché la noticia por la radio y experimenté enseguida la tristeza de no haberlo conocido, finalmente, en persona. Y digo “finalmente” porque nuestro contacto con él y el descubrimiento de su obra, se produjo muy temprano. En la redacción de la revista Empireuma recibimos allá por 1989 un par de libros de poemas del entonces para nosotros, absolutamente ignoto, Ledo Ivo. A estos primeros libros, le siguieron otros, varios de ellos de ensayo. Nos gustó su obra y nos orgullecía el hecho de que desde Brasil diera con nuestra publicación y nos enviara gratuitamente los libros: aquel gesto revelaba la complicidad de la hermandad secreta de los poetas de cualquier nación.
En 1990 editamos una amplia selección bilingüe de sus poemas, precedidos de un prólogo-ensayo. Sin tener idea de portugués ni de los posibles giros locales del portugués utilizado por Ivo, y tan sólo ayudado de un diccionario, yo hice la traducción y redacté la introducción. El resultado fue una sorpresiva y grata respuesta del poeta. Nos escribió diciendo - cito casi literalmente - que hasta el momento nadie había escrito una introducción tan interesante sobre su obra y que la traducción de sus poemas le parecía una de las mejores.
Mi atrevimiento se basó en una táctica. Hasta aquel momento, de Ledo Ivo, en español, sólo existía publicado, que yo sepa, la antología bilingüe La moneda perdida, en la colección Olifante, en versión de Amador Palacios. Lo que hice para estrenarme como traductor fue lo siguiente: escogía un poema al azar, tapaba la traducción y lo traducía yo por mi cuenta. Luego iba comparando el resultado y la cuestión es que prefería mis versiones a la de Palacios. Aquella fue mi primera traducción de un poeta internacional y la última.
Ledo Ivo es un poeta imaginativo. Sus poemas son como pequeñas historietas, precisos y breves. Parecen impresiones fotográficas en las que siempre se respira un ambiente de misterio: los lujuriosos recovecos en que consiste la realidad. Ahora esa leve densidad de su poesía es más que un mero habitáculo de imágenes: es la tonalidad de un mundo y de un adivinar que como signo personal nos cede definitivamente Ledo Ivo. La última noticia que tuve de él fue a través de Blanca Andreu, quien participaba junto con el autor brasileño y otros poetas en las jornadas de Cosmopoética celebradas hace un par de primaveras en Córdoba. Poco amigo de hacer concesiones, vitalista e irónico, ¿de qué otro modo puede un poeta ser fiel a su propia poesía en tiempos de desamparo?         

2 comentarios:

Fackel dijo...

José María. Que el fallecimiento de Lêdo Ivo sirva para releer su obra y quienes no la conozcan para adentrarse con gusto en ella.

Que todos podamos decir alguna vez:

A água que bebí
na fria fontana
quemou os meus lábios.

José María Piñeiro dijo...

Gracias por tu apunte. Y qué bello ese verso. lo frío que quema.
Un saludo.

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