En efecto. Lo más ostensible es lo que se nos suele hacer
invisible. Y yo parezco destinado a descubrir fragmentos ignotos de la dichosa
puerta del palacio de la familia Roca de Togores, día a día. Simétricamente a la
posición y ubicación de la salamandra- lagartija, me he dado cuenta de la existencia
de otra figura, más pequeña y escondida: lo que parece ser un sapo emboscado en
un par de carnosas hojas de lechuga. En un principio pensé de un modo barroco:
se trata del renacuajo de la salamandra. Pero habiendo animales con una
representación fuerte y específica, no creo que un renacuajo, en este contexto,
expusiera una idea del proceso del nacimiento o de la metamorfosis, muy inteligible.
O es un sapo o bien una rana, tan abundantes en las orillas del Segura,
a su paso por la ciudad, y prácticamente
inexistentes hoy.
Este último dato, supone para nosotros una grave carencia, no sólo
ecológica sino cultural. La rana es mensajera del cambio de la
estaciones y de la lluvia, símbolo para los orientales de la buena suerte y de
la fecundidad. Está relacionada con los estados primordiales de la materia, y
especialmente, con el caos primigenio. Por el proceso vital de su metamorfosis,
la rana se convierte, para Jung, en anunciadora de la aparición del hombre en
la Creación. Resulta algo estremecedor que un simbolismo tan extendido
mundialmente y preciso como el de la rana, deje de operar en nuestro imaginario
por la extinción local del animal.
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