No
es fácil describir las sensaciones que se experimentan cuando un disciplinado grupo
de cinco personas, lee tus versos ante el público. Literal y milagrosamente,
dejan de ser meramente tuyos tales versos, y la voz que pudiera corresponderte, se metamorfosea en algo mayor, en
algo que ni el propio creador podría imaginar: reconoces tu escritura pero
trascendida en un sonido majestuoso, insólito.
Esto es lo que ocurrió ayer, en
el recital que el grupo de teatro Expresión, dirigido por Manuela García y Atanasio
Die, realizó en la Casa Museo Miguel Hernández de mi poemario Profano Demiurgo.
Al
escucharme a través de otros, de veras emocionado, pensaba que con las palabras
no se juega, que si escribes, y sobre todo, poesía, la elección de las palabras
es decisiva y fundamental; que si añades un poema al mundo, aunque utilices
todos los recursos retóricos existentes, ese poema debe acotar un estremecimiento;
que el universo al que aluda, justifique su propio emprendimiento verbal.
Desde
aquí, de nuevo mi agradecimiento al equipo de Atanasio y Manuela y a la
iniciativa de la Cátedra Loaces por estos encuentros en lugar tan especial para
la poesía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario