lunes, 19 de octubre de 2015

OBSERVATORIO. Cinco puntos.


 

 
 
 
 

A los del pensamiento animalista se les nota lo animales que son cuando, transidos de dolor y espanto ante un lomo con banderillas, se muestran indiferentes ante la posibilidad de que el torero muera en la plaza.

 

 

La muerte es demasiado terrible para ser pensada. Pero ello mismo, el que la muerte sea impensable, nos libra de la tortura interminable de asumirla exhaustivamente, aunque no atenúe en nada, evidentemente, el dolor de la pérdida .

 

 

Para constatar la decadencia europea sólo hay que echar un vistazo a esa cosa cursi y pegajosa,  homogénea y repetitiva, que ya no ofrece acontecimiento estético, como sí ocurría en el pasado, que es el festival de eurovisión. Con la cantidad de folklore diverso, de fascinantes músicas que se dan en países como Armenia, Irlanda, Bulgaria, Hungría o Rumanía, por ejemplo,  y asistimos a un desfile de acarameladas baladas pop de corte británico, que parecen hechas por una misma máquina de elaborar canciones. Con Eurovisión, Europa traiciona absurdamente su propia riqueza musical. Dicho lo dicho, resulta significativo que se haya convertido en un festival de seguimiento gay.

 

Pensar es sentir, decían audazmente los sensualistas franceses del XVIII. Curiosamente, lo opuesto, sentir es pensar, no parece tan claro ni tan incisivo, aunque el sentir lleve incorporadas imágenes y representaciones diversas del mundo y de las cosas.

 

La veracidad de los conceptos no exime de una bulimia de las palabras.




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