En un estado de semivigilia, tras la toma de un relajante, me asalta la
ebriedad y me pongo a escribir. Al día siguiente, de lo que me acuerdo es de las
sensaciones que tuve al escribir, más que de lo escrito. Como suele ocurrir con
los sueños, es más intenso y valioso el recuerdo del estado de ebriedad que lo
producido por tal estado. De todos modos, para no perder lo escrito, lo transcribo
aquí. Algunas líneas me han resultado ininteligibles - no he entendido mi letra - y en otros puntos he
podado las deshilachadas frases finales de alguno de los párrafos.
Con respecto a la lógica que
relaciona hechos, qué clara es la noche.
Lo admirable es que los hechos
constituyan una lógica.
Durante la noche, el día es el
conjunto de acontecimientos, el acontecimiento, por antonomasia. La vida aconteció. Y percibimos el hecho normativo:
la sucesión de hechos, vislumbrando su significado final. Percibes el sentido
de la lógica de los hechos. También es verdad que porque han sucedido, tienen
sentido. La interrelación de los sucesos no es absolutamente manifiesta, hay
que saber buscarla, definirla. El que a los veinte años uno no ejecutara determinada
cosa esencial para la vida, a los 50 surge sobre la superficie esa ausencia con
una transparencia meridiana. En el centro de la noche de mi visión, se ubica la
operación de esa frustración.
Lo que ocurre me dona un
significado, me presta una relación. El suelo del acontecer está sembrado de
significados. No es que mi vida dependa de ellos, pero podría saber porqué
estoy donde estoy si revisara sus certidumbres.
Si leo el mundo, es porque,
finalmente, concibo lo que me ocurre como una metáfora. Todo es término de otra
cosa – ése es el enunciado formal semiótico-. No sé lo que todo ello me
deparará, pero ocurre y si describo una senda en la vida es porque he logrado
trenzar alguno de tales significados.
Todo tiene un significado, un
destino en el significado, lo aceptemos o no. El significado se dispersará en
la bruma del tiempo, pero yo logré percibirlo y escribirlo.
El sentido existe en tanto que
gracias a mi observación lo percibo y lo doy a la luz. Pero no podría no darlo
a la luz. Mi descripción articula las partes incandescentes del sentido.
Qué tiempo hace el mundo, qué
mundo se da en el mundo.
Puedo olvidarme de ello, de
desenhebrar la estrella semántica, pero en el decirnos algo me describo y
defino, ineludiblemente.
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