Soseki. Cuadros del Londres victoriano.
Las
crónicas de un extraterrestre que se diera un paseo por nuestras ciudades más
populosas. El conocimiento de la lengua y la literatura inglesa no hacen que la
extrañeza y cierto apabullamiento desaparezcan del ánimo del señor Soseki, en
sus paseos por las calles londinenses. Ineludiblemente se producen escenas
cómicas, de las que es protagonista nuestro confidente japonés, acongojado por
complejos de bajito ante individuos tan vertiginosamente altos y tan extraños y
tan rubios.
Edward Munch. Escritos.
Munch
nos dice que hay planetas fluyendo por su sangre, girando alrededor de sus átomos.
Nos cuenta sus sueños, sus visiones. Paralelismo entre sus pinturas y sus
textos: una suerte de fiebre irriga al universo, convirtiéndolo en un fluido
que atraviesa mundos y épocas. Misticismo, panteísmo, animismo. La tierra es un
escenario de aparecidos. La edición recoge la famosa nota en la que Munch
explica cómo concibió El grito,- esa obra que, a pesar de las infatigables
copias que se han hecho, es imposible de reproducir – y que era la única pieza
plástica que daba miedo a Eugenio D´Ors.
Elegías de duino. Rilke.
Al
parecer, Juan Rulfo, sin saber alemán, compara las mejores traducciones que
conoce y crea su propia versión. El resultado no es ninguna coctelera consonántico-silábica
sino un egregio canto de sibilinas audacias, un Rilke particular que llama a la
esperanza: ni la infancia ni el porvenir,
disminuyen. Una existencia numerosa brota de mi corazón.
El Cairo. Viaje a Oriente. Gerard de
Nerval.
Los
románticos instituyeron el viaje a oriente como destino indiscutible de las sensualidades y del opio. Si había que
buscar la embriaguez como fuera, tal y como pregonaba Baudelaire, había que
viajar a Oriente. Aquí leemos las
aventuras de un Nerval recorriendo callejas y mercados, barberías y cafetines,
sorprendido por la abundante presencia de esclavos y derviches, decepcionado
por el soso amanecer en de los desiertos.
Mujeres de artistas. Alphonse Daudet.
Con
ese etilo tan fluyente y limpio, Daudet nos muestra a través de una serie de historias
y escenas cómo es la vida de matrimonio de poetas, bohemios y literatos en general. Encantadores
cuadros de una fauna tan singular, aderezados por una perdonable misoginia, que
nos hablan del encuentro desastroso del artista con la realidad cotidiana.
Rubén
Darío . Peregrinaciones.
Rubén
Darío ejerciendo de cronista de la Exposición Universal de París en 1900.
Cronista de lo extraordinario en un lugar, entonces, extraordinario. Rubén Darío
se pasea por el laberinto de las novedades de la nueva civilización, se sabe en
el centro del acontecimiento. La técnica, la ciencia, el arte componen la
articulación de esa nueva civilización. Para Rubén la nueva Isis sin velo es la
Electricidad, y aunque la moda parisina sea encantadora no puede compararse a
lo que en estética consiguieron griegos y romanos. Es la hora del estrellato de
Rodin, de los prerrafaelistas ingleses, de Gustave Moreau y sus ambientes
barrocos y mitológicos. París es una ciudad que sueña y Rubén se declara
testigo de esa celebración en la que el único contratiempo lamentable es la
suerte ignominiosa de Oscar Wilde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario