miércoles, 23 de marzo de 2016

JE SUIS BRUXELLES


 
 

Tras la noticia de un atentado, siempre me ocurre lo mismo: primero, espanto e incredulidad ante lo que acaba de ocurrir; segundo, un lúgubre estupor pensando en la maldad absoluta de quienes lo han perpetrado y elaborado, es decir, reparando que tras el mal hay una ideología, una mentalidad y una autoría, concretas; luego, una repulsión específica por tal autoría y por tal mentalidad, en este caso la musulmana, con todas las implicaciones históricas que ya conocemos. Luego, la imaginación y la indignación se ponen a trabajar, ideando aniquilaciones absolutas del enemigo; y con el paso del tiempo, gradual descenso de la indignación y la repulsión, hasta que otro atentado reproduzca de nuevo el proceso. Con los atentados en Bruselas volverá a ocurrir lo mismo.  Y así, como diría Borges, hasta el infinito. Y nosotros dándonos cuenta, angustiados, del talante de este bucle de horrores, de impotencia y de rabia. ¿Hasta cuándo?


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